Sobre cómo "cuidar" el sentido del museo y el arte para lo humano

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Vi “Francofonia, le Louvre sous l’Occupation” (Francia, 2015) dirigida y escrita por el gran Alexander Sokurov, quien ya nos había deleitado con otras obras anteriores, en especial una que se conecta indefectiblemente con la que ahora reseño: “El arca rusa” (2002). Esta película de 2015, que gira en torno al documental y el biopic, narra hechos históricos: la protección de las obras de arte del Museo Louvre, algo que unió al francés Jacques Jaujard, director del museo, y al alemán conde Franz Wolff-Metternich, designado por el gobierno alemán para la “custodia” (mejor dicho, expropiación) del arte europeo. Ambos hombres cumplieron una misión que es elogiada en la cinta, a la vez que son la base del director para plantear interrogantes radicales sobre la relevancia del museo y del arte, sobre su importancia cultural. Ahora bien, la cinta no corresponde a los estándares tradicionales narrativos del séptimo arte. Es, como “El Arca Rusa”, muy innovadora en su forma de presentarnos una historia. En este caso, la originalidad no va en contra del entretenimiento. Mantiene pues un buen equilibrio que logra cautivar tanto al público “culto” como a cierto sector del público “más comercial”. En esta amalgama de estilos (que, como se dijo, parte del documental pero llega a presentar algo muy especial e inclasificable), se entremezclan el presente con el pasado, la ficción con los datos históricos, de manera inteligente a la vez que existencial (por qué, repito, nos invita a una pregunta radical: el significado de arte y el sentido del museo). Finalmente, la película, por ser eminentemente cuestionadora, nos produce interrogantes que el filme, como debe ser, no puede responder por nosotros. Pero justo estos interrogantes (sobre el arte y el museo) me lleva a dos cintas que ofrecen miradas diferentes sobre el mismo asunto. La primera, la película “The monuments men” (USA, 2014, George Clooney), la segunda las cintas comerciales de “Una noche en el museo”. La primera desde el tono elogioso americanista del biopic (por el arte vale la pena el sacrificio humano de los buenos, pues el arte nos hace humanos) y la segunda desde el mero entretenimiento (el museo vale si, por mi imaginación, me lleva a mundos fantásticos donde adquiriría sentido). En este filme de Sokurov, el museo no vale por sus posibilidades de entretenimiento fantástico. El museo vale por sí mismo porque es la casa-arte, y el arte es un regalo del tiempo para recordar la humanidad misma que somos. Pero para ello, el museo-arte, debe ser “cuidado”, concepto heideggeriano, de la misma forma como una exposición determinada es “cuidada” por el curador. La recomiendo, entonces, tanto por su forma narrativa como por las preguntas que nos deja. 30-03-2017.


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