Sobre cómo retratar el drama de los que están atrapados dentro de una guerra

Tomado de: aquí

Vi “La ciociara”, distribuida en español como “Dos mujeres”, (Italia, 1960), dirigida por nada más y nada menos que Vittorio De Sica [1901- 1974], quien cuenta en su haber con cuatro premios Óscar por sus cintas. El guion de esta película en concreto es mérito de Cesare Zavattini y del director, quienes se basaron, a su vez, en la novela homónima de Alberto Moravia. El reparto lo encabeza Sophia Loren (aplausos) y la acompañan Jean-Paul Belmondo, Eleonora Brown y Carlo Ninchi, entre los más importantes. Estamos ante un melodrama ambientado en la Segunda Guerra Mundial, específicamente en la lucha librada entre el Eje y los Aliados por las tierras italianas en 1943. La trama, en el fondo, es sencilla, pero el drama, muy complejo. Cesira (Sophia Loren) es una mujer que vive en Roma con su hija Rosetta, pero ante los bombardeos aéreos continuos a dicha ciudad, huyen al campo, justo al lugar donde Cesira creció: los montes de Ciociaria. Finalmente, en su intento de volver a su casa en Roma, sufren todo tipo de vejaciones por parte de soldados norafricanos (que en la cinta los llaman “turcos”) al servicio de los Aliados. Esta película es, para muchos, un filme de culto, una obra cumbre de De Sica; sin embargo, para los ojos habituados al cine del siglo XXI esta cinta parecerá muy extraña, pues se enfoca, con muchos primeros planos e, incluso, planos subjetivos, en que el espectador pueda sentir las emociones de la protagonista, especialmente cómo ella, siempre tan fuerte, se derrumba cuando su hija es violentada por los soldados aliados. No obstante, a pesar de una centralidad del drama en torno a Cesira, se pasa revista al horror de la guerra, donde nadie, absolutamente nadie, sale bien librado. La guerra no es juego de niños, sino sepultura de los valores civilizados. En este caso, italianos, alemanes, aliados, etcétera, todos contribuyen por igual a enrarecer el contexto en el que Cesira se mueve, esperando darle un mejor-estar a su hija. Estamos entonces ante un cine que busca algo más allá del entretenimiento: vehiculizar las emociones, y sí que lo sabe hacer, pues Sophia está a la altura del reto que se le asigna, tanto que casi todos los premios recibidos fueron a “mejor actriz” (incluyendo un Óscar).

Me llama la atención del filme la dualidad que se plantea entre citadinos y campesinos, donde los primeros, con su forma de vestir y refinación en las palabras y sus historias, se contrapone a una cultura antes menospreciada, pero que ahora es la salvación de quienes huyen de la guerra. Esta dualidad queda clara en muchos diálogos de la obra donde se plantea las bondades de ser campesino en momentos así. Pero tal vez haya sido que los citadinos compartieron la angustia fruto de las deficiencias a las que ya se habituaron los campesinos, es decir, no es que los campesinos siempre hayan vivido mejor, sino que, en plena guerra, todos los civiles quedaron nivelados por lo bajo, con la ventaja de que el campesino tenía acceso a ciertos alimentos, que no es poca cosa en estado de guerra.

También se dan cita en la película personajes de todo tipo, desde el idealista filósofo, amante de la Biblia y cercano a las ideas partisanas (la guerrilla italiana antifascista y antinazista), que muere en manos de los alemanes, así como los padres de familia más mesurados en sus opiniones y acciones, que solo quieren que la guerra acabe para seguir sus vidas citadinas como si nada hubiese pasado. Seguir en los diálogos a los personajes, y mediante la imaginación propia llenar los silencios en torno a cada uno, permite que el espectador concluya la cinta al hacer un desarrollo propio de varias personas tan distintas unas de otras, pero que conviven, como pueden, mientras la guerra pasa alrededor de ellos.

Ahora, algunos críticos se centran en si este filme es antibélico. Claramente lo es, pero no creo que la guerra sea una protagonista, sino más bien un ambiente que propicia el drama, el cual emerge de la relación madre-hija y las emociones que dominan a la primera en torno a cómo sobrevivir de la mejor forma. La madre quiere reflejar que puede con todo, pero su hija, como es de esperarse, sería su punto débil. Esta es, a mi modo de ver, más una obra dramática que una bélica.

Agrego que esta obra inspiró en parte la que dos años luego dirigirá Nanni Loy denominada “Le quattro giornate di Napoli” y “La pelle” (1981, Dir. Liliana Cavani), donde se narra, como en esta De Sica, un tema álgido: las violaciones y el comportamiento perverso de muchos soldados aliados, específicamente marroquíes, que combatieron en Italia contra el fascismo y el nazismo. Este es un tema tabú pues removerlo implicaría cuestionar el nuevo orden mundial occidental, liderado por los vencedores de la Segunda Guerra Mundial. Recordar esos exabruptos podría ser confundido con simpatizar con el fascismo y el nazismo, de manera tal que solo el cine, gracias a su aire de inmunidad que tiene por ser arte y por la actitud crítica de De Sica, asume la tarea, aprovechando que ya ha pasado algún tiempo de los hechos, de ser memoria para sus conciudadanos. Eso sí, queda para el debate si esta denuncia de su momento al comportamiento de los soldados norafricanos es parte de un racismo que debe ser denunciado o, por el contrario, es un legítimo acto estético para un “nunca más”. No estoy en condiciones de zanjar esta disputa, por lo que me limito a plantearla.

Finalizo con una reflexión sencilla: el gusto por el cine debe ser alimentado. ¿Cómo? Una de las mejores formas es viendo cine de culto, los clásicos y, ante todo, comparar para poder distinguir. Cuando se notan las diferencias entre épocas, entre escuelas, entre directores, etcétera, es cuando se puede apreciar por qué hay mejores cintas que otras. Lo mismo pasa con el vino: se debe probar mucho de este licor y saborear los que los enólogos identifican como los mejores, hasta que el gusto esté en condiciones de apreciar la diferencia. Es que, al comparar y distinguir, se perfecciona el juicio del gusto, pues se está ya habilitado para sacar de la cotidianidad una experiencia y volverla vital. Incluso, solo por este motivo, es que sugeriría al lector ver esta película, emocionarse y entristecerse con Cesira, para deleitar una obra bien construida y que quedará como un recordatorio del buen cine. 2024-01-30.



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