A finales del siglo pasado y principios de este, consolidamos un equipo de investigación interdisciplinario, al interior del Grupo Biogénesis de la Universidad de Antioquia, bajo la dirección del profesor y amigo Jorge Ossa. Este equipo se reunía los viernes en la mañana, para debatir, semanalmente, la estructura básica de cada una de las disciplinas de los miembros del equipo, pues en ese momento nuestra intención era tender puentes entre nuestras disciplinas para poder así diseñar investigaciones inter, multi y transdisciplinarias dentro del grupo de investigación. Tengo los mejores recuerdos de los miembros de dicho equipo (como fue el caso de VitalinoEcheverri, de quien escribí algo hace poco), sumado a que aprendí un montón sobre los objetos, los métodos y los principios (o los paradigmas) de cada una de las disciplinas que se daban cita esos viernes. Entre las personas que conformaban dicho equipo estaba la psicóloga Dolly Margarita Londoño González, quien acaba de morir.
Dolly era, ante todo, una maestra. No solo era admirada como tal por sus estudiantes de psicología de la Universidad San Buenaventura (Seccional Medellín), sino también por todos nosotros: en cierto modo fuimos sus estudiantes. No escribía mucho, no era de aquellas investigadoras que se ven más en la labor de escritura que en la docente. Ella era, esencialmente, una generosa y divertida profesora. Nos enseñaba continuamente y, debo decirlo, fue ella la que me dio las herramientas para comprender las diferentes escuelas y corrientes de la psicología, todo lo que me ayudó profundamente en mi visión interdisciplinaria de las ciencias sociales y humanas. Recuerdo mucho, por ejemplo, sus conferencias explicándonos los objetos, los métodos y los principios de la psicología como disciplina académica, una de las cuales quedó consignada en esta obra que ahora les comparto (ver aquí), no solo para que mi lector se dé cuenta de la calidad de Dolly, sino también para que el neófito en psicología aprenda sobre qué es y cómo se ha desenvuelto como disciplina científica.
Saber de la muerte de Dolly no solo me recuerda la fragilidad de la existencia, sino también de la fuerza de los recuerdos, pues estos últimos pueden transformar lo frágil en añoranza y en agradecimiento.
No solo la añoro como persona y le agradezco conocimientos sobre un tópico académico, también le reconozco las emociones que ella supo transmitir y armonizar con el saber, en especial esa emoción ante lo novedoso (algo que los griegos llamarían thaumatzen o asombro originario), esa curiosidad que es requisito para la postura socrática: entre más buscamos más nos damos cuenta lo mucho que nos falta para encontrar la sabiduría (sofos) y la prudencia (frónesis) que tanto nos hacen falta.
Feliz
nuevo viaje. Feliz nuevo rumbo. Aquí te recordamos todos tus estudiantes, por
tu saber y tus emociones. Brillaste tanto que nos permitiste brillar con tu luz.
Q.E.P.D.
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