Sobre cómo no todo da para una película

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Vi “Wasp Network” (“Red avispa”, Francia, 2019) escrita y dirigida (como la mayoría de sus filmes) por el experimentadísimo director Olivier Assayas [1955- ], de quien he reseñado dos de sus cintas: “Après mai” (2012) y “Sils Maria” (2014). La música es mérito de Eduardo Cruz y la fotografía de Denis Lenoir y Yorick Le Saux. El reparto es de lujo: Edgar Ramirez, Wagner Moura, Penélope Cruz (aplausos), Ana de Armas, Gael García Bernal y Leonardo Sbaraglia, entre los más importantes. La película está catalogada como un thriller de espionaje, pero realmente es muy difícil ubicarla en uno de esos estrictos cajones del mueble que constituyen los géneros cinematográficos, pero de esto hablaremos luego. La obra es una reconstrucción libre de hechos reales: las pericias de René González (Ramírez), piloto cubano, quien a inicios de la década de los 90 del siglo pasado huye a EEUU y se infiltra, junto con otras personas, en los movimientos anticastristras que realizaron diversos actos terroristas para propiciar la caída del régimen comunista de la Isla, en pleno ocaso de la URSS.

Empiezo mi análisis, como es mi costumbre, con aspectos formales. El filme es de menor factura que las otras obras del director. En primer lugar, estamos ante una cinta que no se define claramente, tanto desde el género como en lo que atañe el hilo narrativo. Frente a lo primero porque tiene muchos elementos de varios géneros, cosa que puede estar bien hasta cierto punto, pero cuando pasa esa raya empieza a ser más caos que creatividad estética. Frente al hilo narrativo, porque si bien hay un mayor énfasis en la historia del piloto González y su familia, claramente hay demasiados temas que son mencionados en la película. Tantos hilos narrativos habrían dado un mejor resultado en una miniserie televisiva, donde pudieran tener más voz los otros protagonistas (y sus familias) de la historia de espionaje. Entonces, no cualquier cosa puede ser película, ni cualquier cosa daría para una serie. Este filme sería un buen ejemplo de lo anterior.

En segundo lugar, la apuesta del director de poner a un reconocido actor brasilero (Moura) en un papel de piloto cubano fue terrible. Nunca logró convencerme su interpretación, y para ello un ejemplo hasta risible: hizo la mayor parte de sus diálogos en inglés (incluso cuando su personaje hablaba con otros latinos). Sin embargo, Penélope Cruz destaca sobremanera, sin duda alguna la mejor actriz de la obra. Es solo ver cómo logra el acento cubano para darse uno cuenta de la calidad de esta experimentada actriz.

Pasando a temas de contenido, resalto cómo el director deja en claro la hipocresía de los gobiernos y los grupos inmiscuidos, aunque deja mejor parado al gobierno cubano, indebidamente (pues la violación de los derechos humanos a los opositores políticos es algo por todos conocidos). Esto se debe a que la cinta está basada en un libro del periodista brasileño Fernando Morais, quien cuenta la versión del gobierno de Cuba. Para equilibrar un poco la fuente sesgada, el director menciona un par de veces el tema de la opresión dictatorial que hay en la Isla; no obstante, lo hace de forma superficial y no incluye este elemento en el drama de fondo, como sí lo hace con el otro lado: la complicidad del gobierno de EEUU frente al accionar de grupos anticastristas que ejecutaron actos terroristas en la Isla financiándose con el tráfico de cocaína. Y aquí va mi reflexión: que la realidad siempre va más allá de las miradas maniqueas con las que estamos acostumbrados a mirar lo público, y estamos acostumbrados a ello porque esto es más fácil y acorde con nuestros deseos (como sea, queremos ver un mundo de buenos luchando contra malos). Esta mirada nos hace creer, por tanto, que si alguien es bueno, el que se le enfrenta es malo, y viceversa. En este caso, creo que al director le faltó mostrar la complejidad de la realidad y cae ante la costumbre. No retrata cómo las instituciones políticas y las organizaciones sociales, en su complejidad operativa, escapan a la visión de buenos o malos, para ser todos, unos en mayor medida que otros, buenos y malos, incluso, cuando parece que obras correctamente, cosa que es mucho más cierta en el concierto internacional y en el espionaje. Reconocer esa complejidad, donde víctimas y victimarios se entrecruzan continuamente, donde la línea de lo bueno y lo malo cede ante otras categorías como lo útil o lo inútil, es algo que le hace falta al filme y es una lección política para el espectador crítico.

Lo anterior me lleva a una tercera reflexión. El papel de los individuos cuando, por sus convicciones políticas, le dan la espalda a sus familias. La cinta plantea que hay personas que, por sus fuertes convicciones morales y políticas en defensa de su régimen, son capaces de hacer cosas en perjuicio de sus familias, de sus hijos. Es una mirada muy nacionalista y decimonónica de la política, pero muy poco convincente. El abandono de la familia, para cumplir un deber político, es algo que no genera la dramaticidad que se esperaría. El director opta por señalar que el abandono de la familia a su suerte se podía traducir ante las cámaras como un sentimiento de añoranza, pero me niego a creer que lo privado ceda tan fácilmente ante lo público, a menos de que estemos ante sujetos tan alienados que consideren que aquello es poca cosa ante los reclamos de su gobierno. Desde mi perspectiva, una buena obra de arte se habría quedado más en exponer ese drama fruto del choque entre lo privado y lo público (como lo hizo Sófocles con Antígona: ¿enterrar a mi hermano a pesar de la prohibición de darle un funeral por ser traidor?), en vez de esa mirada, tan poco creíble, del héroe que deja atrás a su familia, mintiéndole y tracionándola, por salvar a su país de los malvados terroristas atrincherados en Miami.

En conclusión, creo que esta historia, por su complejidad en cuanto las tramas y los géneros, pero evitando su simplismo, en cuanto la forma de tratar los motivos de los protagonistas, pudo dar lugar a una gran miniserie televisiva. 2021-04-08.

 

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