“Canción sin nombre” (Perú, 2019, Dir. Melina León)

Comparto esta reflexión de Oswaldo Osorio sobre la película “Canción sin nombre” (Perú, 2019, Dir. Melina León), en la que resalta la calidad de cine de autor de este filme.

Lo que más me llamó la atención de esta reflexión tiene que ver con lo que dice sobre las películas de la plataforma Netflix, en torno a que, en cierta medida, afecta la percepción del arte que hay detrás del cine, a menos de que uno se encuentre, esculcando bien la parrilla que se nos ofrece, maravillas como esta cinta peruana.

Quien empieza en Netflix queda abrumado con la variedad que ofrece, en especial de filmes creados por la propia plataforma, lo que vuelve al cine un producto de mercado, como si se tratase de comprar un champú en una tienda de grandes superficies; sin embargo, son obras que suelen tener un formato similar, independientemente de la historia que se narre. Son formatos basados en el entretenimiento, pero con elementos propios, como los flashbacks explicativos, que son como la marca del cine Netflix ante la competencia. Cuando uno entra a este tipo de plataformas, corre el riesgo de que se le vuelva banal el cine y que se pierda la capacidad de apreciar las estéticas que transcurren en el fondo de lo que superficialmente es puro entretenimiento.

Antes de Netflix, había otros elementos depuradores cuando se escogía la película (en teatro o en DVD) que ahora desaparecen cuando se navega con el control remoto por la plataforma para “ver qué hay”. Ya no es el mismo proceso selectivo previo al ejercicio de contemplar una cinta, proceso que implicaba muchas más acciones que le permitan al espectador “entrar en calor” antes de ver el filme escogido, calentamiento previo que ha desaparecido cuando se prende el TV y empezamos a ver “qué hay de nuevo” en la parrilla, para escoger sin habernos preparado para esa obra en concreto. De esta manera, ya no se ve un par de películas –en un sentido amplio– a la semana, escogidas previamente con algo de discernimiento, para digerirlas con tranquilidad. Ahora, se ven una decena de cintas, documentales y episodios de series, sin ese proceso previo de depuración del gusto, de forma tan veloz como irreflexiva.

Y, al finalizar, con tanta variedad, termina pesando el aburrimiento o la pérdida de asombro. Para explicar esto pongo un ejemplo: cuando alguien pasa de tener dos canales de televisión a doscientos, al inicio se siente abrumado por la variedad, pero con el paso del tiempo, termina sintiendo que nada lo satisface, que son pocos los canales que lo convocan, que casi todo es igual a pesar de la sobreoferta… incluso, termina extrañando las sensaciones que sentía cuando solo tenía dos canales a su disposición. Algo similar ocurre, hoy día, con estas plataformas de streaming. Lo que nos salva de la homogeneidad mercantil de estas plataformas de la superabundancia, son filmes como este, “Canción sin nombre”, que, a veces, nos recuerda que siempre hay excepciones, pero que la excepción confirma la regla general. 2020-01-27.


 

 

 

No hay comentarios

Leave a Reply