Sobre cómo se gestan las sectas y los mesías

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Vi de nuevo “The Master” (2012, USA), escrita, dirigida y coproducida por el brillante Paul Thomas Anderson [1970-], padre de filmes como “Inherent Vice” (2014), “There Will Be Blood” (2007), “Magnolia” (1999), “Boogie Nights” (1997), entre otros. A cargo de la música estuvo Jonny Greenwood y de la fotografía Mihai Malaimare Jr. (aplausos). Esta película de 2012 está protagonizada por dos titanes de la actuación: Joaquin Phoenix y Philip Seymour Hoffman (aplausos para ambos). Trata, sintetizando, de la anormal relación discipular entre un veterano, Freddie Quell (Phoenix), de la marina estadounidense de la Segunda Guerra Mundial, que se comporta como un animal (o lo que Aristóteles llamaría bestialidad), y un líder, Lancaster Dodd (Seymour), de un movimiento esotérico (que recuerda, al parecer, la cienciología), que intenta “domarlo” o “instruirlo”. Hay que decir que la cinta se rodó contra la corriente, puesto que Universal Studios abandonó el proyecto, pero el director siguió adelante hasta lograr sacar la obra adelante. Mientras se planeaba el filme, circuló el rumor de que iba a basarse en la vida de L. Ron Hubbard, fundador de la cienciología, movimiento, para algunos (secta, para otros), bastante poderoso en Hollywood; sin embargo, hay cierta unanimidad de que no estamos ante un biopic ni mucho menos ante una película histórica. Podría decirse que estamos ante una versión muy libre de lo que fue el surgimiento de la cienciología. En lo que atañe a los aspectos estéticos hay que empezar resaltando las magníficas interpretaciones estelares, en especial la de Phoenix, actuación que va a marcar su rumbo a un punto tal que algunas de sus futuras interpretaciones, como la de Guasón (Joker, 2019), empezaron a curtirse con claridad ante el reto que le puso ante sí Anderson. Igualmente, es de aplaudir la ambientación de posguerra y la gran edición que introduce al espectador en atmósferas tan hipnóticas como escalofriantes, al percatarse este de cómo una idea, buena o mala, se vuelve dogma, y cómo un escritor, bueno o malo, se torna en un mesías. Pasando a otro asunto, la trama es algo lenta y exasperante, además de que carece de un desenlace dramático en toda regla. Si no hubiera sido por los otros méritos a los que he aludido, en especial las actuaciones protagónicas, estaríamos ante una cinta que caería fácilmente en el olvido del espectador. Es que las interpretaciones de Phoenix y Seymour Hoffman son tan convincentes y fuertes que hay escenas donde el director deja elementos del rodaje intencionalmente a vista del público, y aun así el espectador no pierde la atención en (lo que hacen y dicen) esos hombres. Concluyendo, pues, lo estético, podría decir que hay tanta genialidad en ciertos aspectos de la obra que es imposible no maravillarse: es toda una escuela de cómo hacer buen cine, a pesar de lo dicho sobre la trama.

Ahora bien, entrando a asuntos de contenido, este filme nos permite reflexiones psicológicas interesantes, de un lado, y políticas, del otro. Me centro en esto último: se retrata con crudeza cómo se gesta el mesianismo y sus riesgos no solo para la comunidad política sino especialmente para la estructuración del “yo” de los que creen que “serán” si y solo si el líder los aprueba. Obviamente, en el campo religioso es donde se dan los mejores ejemplos de mesianismo, pero también se da, en similar o peor medida, en la ética y la política, cuando alguien abandona la responsabilidad de asumir su propio criterio, su propia medida de sus propias acciones, y la delega en un “otro”, lo que siempre es más fácil para el “yo”. De allí que se diga que la ética exige individuos autónomos (Kant), mientras que el mesianismo exige individuos que se rechazan a sí mismos. Sin embargo, llama la atención que Freddie Quell, al finalizar, no soportó servir a los intereses del único que no lo vio como un animal, aun así no logra su autonomía moral, de manera tal que no podemos confundir la imposibilidad de someterse a un poder con la responsabilidad de dirigir nuestro propio destino según nuestra razón (Kant) o nuestros sentimientos (Hume). Estamos, pues, ante una obra de arte, de un lado, y un documento ético-político, del otro. La recomiendo. 2013-08-12 y 2020-09-02.


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