Sobre cómo la espiritualidad da sentido a los rumbos sin sentido

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Mimosas (2016, España) dirigida por Oliver Laxe [1982-] y escrita por el propio director junto con Santiago Fillol. La fotografía es mérito de Mauro Herce (aplausos) y el reparto, actores naturales, está integrado por Ahmed Hammoud, Shakib Ben Omar y Said Aagli, entre otros. El género de la cinta, por motivos que veremos más adelante, es difícil de determinar. Podría decirse que pivotea entre el drama, la espiritualidad y el road movie. El filme narra dos mundos paralelos, el primero, trata de una caravana que intenta llevar el cadáver de un anciano a su lugar de origen para ser enterrado con los suyos; y el segundo, un viaje, en tiempos modernos, para rescatar a los caravaneros. Claro está que son tantos los puntos de fuga de la narración que cualquier resumen se queda corto. Antes que nada, la película tiene varios méritos estéticos. El primero, es la buena fotografía (que saca provecho de las imágenes de las montañas y del desierto); y el segundo, es un guion transgresor, lo que siempre está bien en tanto saca de su zona de confort al cine y al espectador. Sin embargo, digámoslo de una vez, por su forma narrativa tan poco convencional, por su excesivo conceptualismo y por sus tomas tan largas, la obra se vuelve en varios momentos aburridora. Es, en el sentido más estricto, toda una prueba de resistencia al espectador. Ahora, el que sea capaz de afrontar el reto (esta cinta no es para cualquiera) podrá sacarle jugo a ciertos aspectos que la narración le arroja para su análisis. Como lo insinué, estamos ante un filme indomable, toda una provocación, en especial porque el guion mismo no permite una lectura lineal, sino que está llena de conceptos y metáforas que deben ser interpretados en la lógica de dos mundos paralelos que se tocan, por medio del protagonista que participa en ambos escenarios, en clave de espiritualidad y fe que dan sentido a los rumbos que, externamente, parecen darse sin sentido. Pero en vez de ser los mundos platónicos-agustinianos (el mundo terrenal del dolor y el mundo divino de la verdad) aquí ambos mundos son mundanos, donde la principal diferencia está en el tiempo que rodea la narración. La fe comunica dos partes de la vida, la odisea de un viaje a las montañas y la espiritualidad que acompaña a los protagonistas (pues la fe es, en sí mismo, un camino sobre los caminos de la vida). Por demás, las tres partes de la cinta, según parece, corresponden a las tres posiciones del rezo musulmán. Empero, son tantos los conceptos y las metáforas que ir más allá de esos dos mundos, vía interpretación, queda a criterio de cada espectador. Desde mi experiencia personal, es muy difícil que dos interpretaciones de esta película coincidan, lo que no hace que alguna puede ser considerada falsa y la otra verdadera. Como bien dijo Nietzsche, no hay verdades, sino interpretaciones. En conclusión, esta obra es para un público que acepte que lo saquen de su zona de confort y que espera del cine algo más allá que mero entretenimiento. Que no espere una historia lineal, sino una provocación interpretativa donde lo único medianamente claro es que hay dos mundos que se conectan por la fe de los protagonistas. Dejo en manos de cada cual valorar una obra como esta, tan provocadora como enigmática. 2019-11-18.



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