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Vi
“Denial” (RU, 2016), dirigida por Mick Jackson [1943- ], y con guion de David
Hare (quien se basa a su vez en un libro biográfico de Deborah Lipstadt).
Cuenta con un reparto de lujo: Rachel Weisz,
Tom Wilkinson, Timothy Spall, entre otros. La cinta narra el juicio en
Inglaterra por difamación entablado por el historiador revisionista David
Irving [1938-] (quien ha rechazado la existencia de campos de exterminio
nazis), contra la historiadora del Holocausto Deborah E. Lipstadt [1947-]
(interpretada por Rachel Weisz). La película está correctamente dirigida por el
experimentado Jackson (aunque la verdad no me atrae mucho su cine, siendo mucho
mejor como director de TV) y adecuadamente interpretada por los grandes actores
que en ella confluyen. Pero hay algo que no pasa desapercibido. Hace falta un
drama emotivo de fondo para que no parezca un mero recuento, medio-documental
televisivo, de un hecho judicial que conmocionó a la sociedad inglesa. Esta
ausencia obliga al espectador de poner de su parte, para entender lo que se
está jugando en cuanto drama, con la película, asunto que apenas se menciona en
un par de escenas en las que la protagonista habla con una superviviente de
Auschwitz. Tal vez, se hubiera mejorado este aspecto dramático si a David
Irving (correctamente interpretado por Timothy Spall) se le hubiera permitido
dar de mejor manera sus puntos de vista (pues la cinta está cargada a favor de
Lipstadt). Agrego que este filme deja en evidencia la predilección de la Rachel
Weisz por los roles fuertes (cosa que suelo equiparar con la actriz Barbara Sukowa) a pesar de sus apariciones simplonas en comedias
ligeras de Hollywood. Creo que el gran problema de Weisz es que hace casi todo
tipo de papeles en muy poco tiempo. Pero no se me malinterprete: ella lo hace
bien aquí, mucho mejor que lo que suele hacer un par de veces al año en
Hollywood. Pasando a temas más de fondo, esta obra que ahora reseño es crucial
por varios aspectos. En primer lugar, porque presenta el valor político de la
historia, en este caso, cómo las ideologías políticas determinan en mucho la
historiografía que se hace. En segundo lugar, porque se cuestionan los límites
de los puntos de vista. Es evidente que hay muchas perspectivas de un fenómeno,
pero ¿hasta dónde se puede considerar una afirmación historiográfica como un “punto
de vista” o como una “mentira”? Esto es crucial, porque el relativismo
gnoseológico y axiológico tiene límites. En este caso, ¿se puede negar el
Holocausto alegando libertad de expresión? En tercer lugar, y asociado a lo
anterior, ¿hasta qué punto pueden ser los jueces quienes determinen la veracidad
de las afirmaciones historiográficas y los conflictos de interpretación entre
historiadores? En cuarto lugar, porque arroja un ambiente apropiado para una
buena lección de derecho comparado, pues explica, sin detenerse en ello,
algunos aspectos importantes que diferencian el Common law inglés del estadounidense. Finalmente, reitero que
hubiera favorecido el drama haberle permitido expresarse más libremente al
revisionista Irving, dando espacio así a una réplica académica más contundente por
parte de los que afirman que sí existió el Holocausto. De la misma manera como
los abogados de Lipstadt
no entran de lleno al problema real entre Irving-Lipstadt (al no llamar como
testigos a ningún sobreviviente del exterminio nazi, para evitar los peligros
de un contrainterrogatorio de Irving); aquí se evita entrar en el meollo de la cuestión
revisionista, al dar por sentado la falsedad de su postura. Se perdió, tanto en
el juicio como en el cine, una buena oportunidad para que el público aprecie,
de una vez por todas, el peso de las afirmaciones revisionistas y que pudiera
juzgar, por sus propios medios, lo que hay detrás de esta discusión en el campo
de la historia del siglo XX. Bueno, a pesar de todo esto, sigue siendo una
película importante y que se le puede sacar mucho provecho, por lo que la
recomiendo. 2017-06-30.
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