Sobre cómo volver un biopic científico una fábula familiar

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Vi “The Man Who Knew Infinity” (“El hombre que conocía el infinito”, USA, 2015), dirigida por Matt Brown (siendo esta su ópera prima en largometrajes) y escrita por el director junto con Robert Kanigel (autor, por demás, de la novela en la que se funda la historia). El reparto es de prestigio y experiencia: Dev Patel, Jeremy Irons (aplausos) y Toby Jones, entre otros. Basada en hechos reales, cuenta la historia de Srinivasa Ramanujan, un matemático indio quien, sin educación formal, logra llamar la atención del profesor G.H. Hardy y demás colegas de la Universidad de Cambridge. Este matemático indio, durante la Primera Guerra Mundial, cruza el mundo (dejando atrás familia y cultura) para trabajar junto a Hardy y debe enfrentar todo tipo de retos, incluso xenófobos, para poder ser aceptado. Ahora bien, la cinta, en sus aspectos estéticos es correcta (sin mayores altibajos) pero hay dos aspectos que no pasan desapercibidos: la historia y la narración. Frente a lo primero, la historia, es más que llamativa y cautivante. El director tiene entre manos una de los mejores historias de los últimos tiempos y, con ella, pudo haber logrado dejar su huella en el género del biopic en torno a grandes genios de la humanidad. Pero el desliz (¿fracaso?) de la cinta viene en la forma en que es narrada dicha historia (segundo aspecto). Se narra de una forma demasiado convencional, llena de clichés, por lo que termina siendo una fábula o melodrama familiar de superación personal, esfumándose así el drama humano, de un lado, y la grandeza de las matemáticas y del genio-héroe mismo, del otro. Es que este mismo formato narrativo se pudo usar para hablar de un deportista que triunfa como de un soldado que sobrevive a la guerra teniendo todo en contra. No se hace hincapié en las matemáticas en sí ni en el porqué de la genialidad en su campo del héroe indio… obviamente, porque de hacerlo habría significado arriesgar la taquilla. Prevaleció, a mi modo de ver, el raciocinio del negocio light de entretenimiento por lo que se dejó de lado la exposición de la odisea de la ciencia, de la matemática y del científico. Tal vez esta película sirva para registrar algunas anécdotas interesantes en el campo de las matemáticas (pero con muchos vacíos, por ejemplo, la simpleza con la que se menciona el fuerte carácter antibelicista de los profesores cercanos a Hardy, como Russell), pero hasta allí. Para finalizar, esta película deja de lado, aunque llega a enunciarlos, dos asuntos esenciales para una reflexión filosófica. El primero tiene que ver con el motivo de la tensión inicial entre Hardy – Ramanujan: la forma de hacer ciencia y matemática, esto es, la necesidad del respeto por el proceso formal y riguroso (la demostrabilidad) que legitima el resultado y que, permite por parte del colega, la verificabilidad de la demostración. Ramanujan no respeta el dicho proceso y llega al resultado creyendo que este vale por sí mismo. El segundo, asociado con lo anterior, está en el choque entre la forma de ver la ciencia en general y las matemáticas en especial entre dos culturas: la inglesa (cuna de la ciencia moderna) y la india (donde el saber es milenario, ancestral y ampliamente conectado con lo religioso). Pero para poder mostrar esa tensión dramática el filme debió dejar de mostrarse como relato familiar para pasar a ser un biopic – científico, más profundo, pero que posiblemente habría alejado al Gran Público. En fin, las apuestas se echaron y salió ganando otra forma de mostrar una de las mejores historias que he visto en los últimos tiempos. 12-10-2016.


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