Película extraña, pero imprescindible

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Vi “Pi: Faith in Chaos” (1998, USA), dirigida y escrita por Darren Aronofsky (quien luego se consagrará, a mi modo de ver, por dos grandes filmes: El luchador, 2008 y Cisne negro, 2010). El reparto está integrado por Sean Gullette (aplausos) y Mark Margolis y está encuadrado como “intriga – drama” aunque es más preciso ubicarlo en el género del “Thriller psicológico”, de un lado, y “película de culto”, pues en eso se ha convertido en los últimos años, del otro. La película narra cómo Max, un genio en las matemáticas, descubre, analizando el sistema bursátil, un patrón universal del caos, por lo que todo pasa a ser predecible en cierta manera, pero entre más se acerca a la verdad se incrementan sus jaquecas delirantes a la par que se siente objeto de persecuciones por parte de un grupo religioso judío y otro que responde a las órdenes de una agencia bursátil, todos ansiosos de saber qué ha descubierto Max. El filme, claramente, pretende llevar al espectador el mundo delirante y traumático de Max, por lo que se rueda en blanco y negro, ayudado por una música incidental que logra aturdir en más de una oportunidad al espectador. En este sentido, la cinta es efectivista y logra trasladar al hastío, como buen cine-experimental, al espectador y, en ese variopinto de claros-oscuros, renace la duda de qué es cierto y qué no lo es en la trama planteada. ¿Fueron reales las persecuciones? ¿Fue real el descubrimiento de Max? Además, es importante decirlo, los matemáticos odiarán esta película pues lo que informa allí de esta disciplina es pobre y decepcionante, pero el espectador común, que no busca un filme responsable científicamente sino un drama psicológico, obtiene lo que busca. Finalmente, la cinta, por su acento hiperrealista, y la forma en que fue rodada, transporta al espectador al mundo kafkiano de quien no sabe si es insecto o persona. En fin, se sale con más dudas que cuando se entra a la sala, pero el espectador siente, por obvios motivos, que presenció una película sublime más que bella, nocturna más que soleada, y allí el mérito de explotar -a beneficio de la trama- la fotografía. La recomiendo, pues, como película culto y, por ello, no puede dejar de ser vista por el amante del cine, aunque no haya respuesta clara que dar a quien pregunte por ella, salvo diciendo “que es extraña”. 18-10-2016.



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