Sobre cómo el entretenimiento y espectáculo echan a perder el drama de la vida humana

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Vi “The Martian” (USA, 2015) dirigida por el experimentado director de Hollywood Ridley Scott e interpretado por Matt Damon. La película, hecha en el formato típico de entretenimiento, muestra las vicisitudes de un astronauta que queda abandonado accidentalmente por sus compañeros en el planeta rojo. Ahora bien, decir más cosas del filme no es necesario pues la publicidad en torno a él es increíble. Además, está nominada a casi todo lo que una cinta como esta puede aspirar. Es que la película tiene muchos méritos: entretiene, logra acercarse a la comedia por medio de ciertas escenas de humor, excelentes efectos especiales, una meritoria banda sonora (anclada en la música disco), en fin… se nota el apoyo financiero y del que supo sacarle jugo el director y el productor. La película, pues, no es mala; pero tampoco la considero la mejor del año por muchos motivos pero el más importantes es, para mí, el siguiente: Si bien Damon es un excelente actor, creo que el rol que le asignaron dejó al descubierto dos grandes falencias: la ausencia de drama y de angustia de sentirse abandonado y solo, de un lado; y ese rol de sabelotodo que puedo con todo y hacer de todo en la precariedad (al mejor estilo de Macgiver) que vuelve poco creíble el personaje central, del otro. Me explico: se perdió conscientemente una oportunidad de reflejar lo que normalmente sucedería en estos casos: el drama de la soledad. La regla general de la película es mostrar un personaje que puedo con todo, con todos los conocimientos para poner todo a su favor, con una personalidad arrolladora que supera todas las adversidades. Incluso, cuando se le pide a la tripulación que demore varios años más su regreso a la tierra, la narración obvia la fuerza del conflicto interno que esto debió haberles suscitado. Ni siquiera se retrata los problemas de convivencia que debe suponer vivir tanto tiempo con otras personas en espacios reducidos. Todo esto está muy bien en el cine de espías, pero en una narración como ésta lo vuelve algo artificial e incluso inverosímil. Admiro pues todo el andamiaje en pos del espectáculo que se montó para este filme (pero aun así creo que mucho mejor como cine-ficción y cine-ciencia fue “Gravity”, USA, 2013, Alfonso Cuarón), pero su afán de mostrarse optimista, de cautivar taquilla, de ser entretenimiento, hizo que se perdiera una grandiosa oportunidad para rastrar valores tan humanos como el miedo, el pesimismo, el drama, el dolor, la angustia, la soledad del que se sabe abandonado y con muy pocas probabilidades de sobrevivir. En este sentido, sabiendo lo que le falta, podría servir para reflexionar, lo que es ser humano en circunstancias al estilo “Robinson Crusoe”. La recomiendo, pues, en los términos ya señalados. 11-02-2016.


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