Sobre cómo lo público pasa primero por lo privado

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Vi “The Favourite” (“La Favorita”, 2018, RU), del director griego Yorgos Lanthimos [1973- ], con guion de Deborah Davis y Tony McNamara. El reparto es de lujo (incluso se instaura un triunvirato femenino difícil de olvidar): Olivia Colman, Emma Stone y Rachel Weisz. La narración, ligeramente biográfica pero que no puede considerarse como histórica completamente, y con algunos toques de comedia negra y humor excéntrico, se centra en la última reina de los Esturdos, Anne (Colman), quien gobernó entre 1707 y 1714, y cómo ella afronta (o delega) los temas del gobierno en dos mujeres: Lady Sarah (Weisz) y Abigail (Stone). Es de señalar que la cinta ha merecido muchos premios, destacándose, sin ser el único, el Óscar a mejor actriz concedido a Olivia Colman. Estéticamente, la película tiene el sello propio de Lanthimos, al que se suma el extraño pero interesante manejo de cámaras, la buena fotografía (mérito de Robbie Ryan) y la contundencia de la música. Es de señalar que el director busca conscientemente reflejar la soledad de los personajes al ubicarlos en grandes espacios, así como inquietar al espectador al poner la cámara en lugares poco convencionales. Agrego, con aplausos, que las actuaciones protagónicas femeninas son de altísimo nivel. Ahora, pasando a temas de contenido, la obra toma elementos biográficos, pero no está interesada en modo alguno en reflejar con veracidad lo que sucedió, por lo que el espectador no puede creer que el filme le expone un pasaje de la historia política inglesa. Sin embargo, sí tiene valor político en tanto que la cinta logra expresar cómo la vida privada de los gobernantes termina por fundirse con la vida pública de sus organizaciones políticas. Si se me permite ser algo reduccionista, aquí la ambición, travestida de amistad, se retrata perfectamente en la conquista del cuerpo (y por ende del poder) de la reina. Los pecados se difuminan para terminar siendo políticas públicas. Una buena película para meditar los detalles privados del poder público. Podría pensarse que esa privatización de lo público, que permite que los asuntos íntimos de los poderosos terminen siendo políticas de Estado, fue algo muy presente en las monarquías, pero sigue siendo un sello propio de culturas donde se cree que el poder es moneda heredable entre familias poderosas. Otro aspecto que rescato, para un análisis posterior, es cómo se refleja el sistema de gobierno inglés, en este caso el cogobierno existente entre Parlamento y Reina, que si bien ha mutado mucho hasta nuestros días sigue, por el peso de la tradición, manteniendo algunos elementos que han logrado sobrevivir hasta nuestros días (para empezar, el espacio donde sesiona el Parlamento). Finalmente, debo señalarlo, la obra exige un compromiso del espectador, porque su forma narrativa (con su particular comedia grotesca), tan diferente a los usos comerciales a los que estamos acostumbrados, la hace lenta y, en algunos momentos, un poco aburridora. Pero si el espectador piensa, en los momentos en que el filme le permite divagar, en la fotografía, las actuaciones y el manejo de cámaras, podrá darle un merecido sitio a lo que ve. La recomiendo, con los matices ya vistos. 2019-11-15.


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