Sobre cómo es posible hacer cine bélico y de acción sin dejar un mal sabor de boca

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Vi “Myeong-ryangaka” (“El almirante”, Corea del Sur, 2014), dirigida y coescrita por Kim Han-Min [1969- ]. La música como la fotografía quedaron a cargo de Kim Tae-Seong. El reparto está compuesto por Choi Min-Sik (almirante), Ryu Seung-Ryong y Cho Jin-Woong, entre muchos otros. Esta película narra los preparativos y la batalla naval de Myeongryang (1597), considerada la gran proeza militar coreana, en la cual la disminuida escuadra (solo 13 barcos) de dicho país, comandada por el almirante Yi Sun-Sin [1545-1598], venció a la armada japonesa compuesta por más de 300 naves, salvando así a Corea de los nipones. Estamos pues ante una cinta que mezcla, adecuadamente, el cine épico, el bélico, el histórico y el de acción. El producto final es uno satisfactorio para todos estos públicos. La cinta está dividida en dos partes. La primera muestra los preparativos de la batalla y presenta a todos los actores de la misma, en ambos bandos. Es una parte lenta, algo abrumadora por tanta información y tantos personajes (algunos difíciles de distinguir entre sí). Solo con el paso de los minutos es posible engancharse a ella. La segunda parte es la batalla en sí, por lo que desborda en emociones; se nota la buena producción en todas sus áreas, en especial en sus efectos especiales-visuales. En este sentido estamos, claramente, ante una buena obra, que logra atrapar al espectador, incluso a quien desea solo cine comercial. Eso sí, tanto énfasis en la acción hace perder de vista la admirable estrategia, meticulosamente preparada, que condujo a los coreanos a la victoria. Ahora bien, la cinta es épica y nacionalista, por lo que no hay un trato objetivo, ni hay porqué esperarlo, de los hechos descritos. Igualmente, para lograr el efecto anterior, se expone el enfrentamiento como si fuese entre buenos y malos, una visión maniquea propia del género. Otro aspecto que el espectador no puede perder de vista, tiene que ver con las reglas de actuación preponderantes en el cine oriental, que a nuestro modo de ver pueden parecer propios de quien se esfuerza en sobreactuarse. Esto se ve, por dar dos casos, en las expresiones faciales (aumentadas por las tomas directas, primer plano) y el tono de voz artificial dependiendo de la emoción que quisiese reflejarse. Así las cosas, esta “sobreactuación”, que es más cultural que profesional, sumada a la visión maniquea, da una mala sensación al espectador crítico. ¿Qué puede decirle a este tipo de espectador? Que si bien tiene razón, lo mejor es desprenderse de sus estereotipos de lo que es una buena película histórica y disfrute así de la buena acción bélica que se le ofrece. Ya puede dejar su buena curiosidad para buscar en Internet información más completa y, por tanto, más objetiva de la batalla y de los personajes que en ella intervinieron. Como datos curiosos esta cinta logró ser la más más exitosa de su país, al superar los 15 millones de espectadores y un recaudo de más de cien millones de dólares. Igualmente, para conmemorar un aniversario del nacimiento del almirante, Kim y Jung Se-kyu hicieron un documental, en el 2015, en el cual los protagonistas de la cinta del 2014 realizaron la travesía de 450 kilómetros que hizo el almirante para preparar la batalla. Finalmente, quisiera resaltar el buen cine de acción que Corea del Sur ha venido produciendo en las últimas décadas, un cine que ya está a la altura de hacerle una sana competencia, en este género, a un anquilosado y repetitivo Hollywood. 2018-06-14.


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