La historia como campo de batalla de las ideologías

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Vi “Las 13 rosas” (España, 2007), dirigida  por Emilio Martínez-Lázaro (con una larga trayectoria en el cine, y esta película, junto con “8 apellidos vascos”, 2014, son sus mayores éxitos hasta el momento) y con guion liderado por Ignacio Martínez de Pisón. Está muy bien interpretada: Pilar López de Ayala,  Verónica Sánchez,  Marta Etura,  Nadia de Santiago, Bárbara Lennie, entre otros. Está clasificada como película dramática y, efectivamente, cumple cabalmente con los estándares del género. La historia (basada en hechos reales) se concentra en la España de los años inmediatamente siguientes a la victoria franquista sobre los republicanos. Ante el incremento de los ataques de varios reductos republicanos que se niegan a dar por terminada la lucha, un tribunal militar condena a muerte, por meras sospechas y vagas conjeturas, a un amplio grupo de personas, esperando así dar escarmiento. Entre ellas están 13 mujeres que fueron denominadas como las “13 rosas” o “las menores”. Entre las curiosidades del filme está que el director le exigió a las protagonistas escribirle una carta a sus madres en la que transmitieran el dolor de saber que van a morir fusiladas (esto logró a las actrices comprometerse aún más con sus roles). La escena del fusilamiento se hizo con soldados profesionales, quienes se impactaron del drama de ser verdugos, y el guionista logró entrevistarse con una amiga de una de las 13 rosas, quien le dio pistas sobre los detalles de la historia. La cinta, lo confieso de entrada, me gustó. Resalto su buena interpretación de época, que va mucho más allá del vestuario. Me transportó a la España de 1939. Igualmente, la fotografía me pareció meritoria, al igual que las actuaciones protagónicas. Habla por sí solo que esta cinta fue postulada a 14 premios Goya aunque terminó ganando solo 4. Sin embargo, a pesar de sus aciertos, este filme abrió un debate fuerte en torno a la historia misma; de un lado se le critica continuamente que no fue lo suficientemente comprometida, dirán unos, y que fue muy parcializada, dirán otros. Lo que sí está claro es que esta historia, por fuera de juicios políticos, entretiene y cautiva, aunque el director haya decidido, a mi modo de ver, evitar -hasta donde se pudieran- juicios morales sobre unos y otros. Esto es, no cae del todo en el maniqueísmo, aunque claramente denuncia lo hecho por uno de los bandos. En este sentido podría decirse, tal vez exagerando un poco, que presenta una tragedia íntima más que un juicio político, pero una tragedia humana, incluso amena, salvo cuando el desenlace fatal se cierne sobre las protagonistas. Definitivamente la Historia (y la posibilidad de contarla) es y seguirá siendo un campo de batalla de las ideologías, lo que hace imposible darle gusto a quien va al cine para ratificar posturas políticas. Ahora, si el espectador es capaz de ponerse en aperturidad (Heidegger), esto es, permitir que su horizonte o perspectiva se pueda fundir con otras (Gadamer), ampliando así su mirada, sé que le podrá sacar gusto. Al fin y al cabo, cuando se trata de ideologías, nadie tiene la razón completamente. La recomiendo entonces. 23-05-2017.


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