Le Monde Diplomatique, No. 146 (versión Colombia), Julio 2015

Como siempre, es bien productiva la lectura de LE MONDE, en tanto no sólo informa sino que además analiza la información suministrada, todo lo cual es un requisito para poder opinar y actuar con sensatez en lo político. Este número, en concreto, hace un buen análisis del estado de la economía colombiana, la cual, a pesar de los positivos anuncios de los políticos, no está tan bien como parece. Así las cosas, Colombia surca su futuro entre (i) una presidencia con buena imagen internacional pero baja a nivel nacional, (ii) las exigencias al país para ingresar a la OCDE (lo que supone una ratificación del modelo capitalista en su vertiente más liberal) y (iii) los riesgos de basarnos en la exportación de materias primas y en una economía extractiva.

Siguiendo el hilo conductor de este número de LE MONDE, buena parte de los artículos apuntan a reflexiones económicas importantes a tener en cuenta para comprender lo que sucede en la actualidad (en especial, importantes los artículos sobre los cambios económicos en Cuba y el deseo de China de volver aún más internacional su moneda).

Pero quisiera centrarme en algunos artículos, no económicos, que me llamaron mucho la atención. Empiezo con el artículo de Pablo Iglesias denominado “Atacan a Syriza y apuntan a Podemos”. Lo que más me gustó de este artículo es la reflexión sobre la coherencia en la política. Claramente, si un partido es inflexible en todos sus postulados, terminará volviéndose dogmático, intolerante y difícilmente llegará al poder en tanto terminará por expulsar a todo aquel que no piense como la cúpula. Esto ha sido la maldición de la izquierda. En cambio, ésta tendrá una buena oportunidad de gobernar y disputar contra el Establecimiento en las elecciones si logra (i) ser más flexible en muchos de sus postulados y (ii) entender que hay reclamos sociales que exigen una respuesta clara de la izquierda (pongo como ejemplos la seguridad ciudadana, la estabilidad económica o la condena a los desmanes de la izquierda radical). Así, la izquierda, como es de esperar en cualquier partido político, podría llegar al poder en tanto que ya estaría en condiciones de cautivar a las mayorías electorales y no rechazarlas para seguir sintiéndose una “élite coherente”. Se trata, pues, de una nueva visión política de la izquierda, que le permita “cuestionar el statu quo, en lugar de quedar relegados a una postura pura, pero impotente” (p. 25).

Otro artículo que me puso a meditar fue el de Marylène Patou-Mathis, titulado “El hombre no siempre hizo la guerra” (pp. 26-27) que pone en duda, desde la antropología evolutiva, que el hombre primitivo era sangriento y belicoso, pero tampoco podría considerarse que fuese un hombre pacífico. Dicho con otras palabras, no hubo un estado de naturaleza ni hobbesiano ni roussoniano. Analiza pues el sentido político que había detrás de la leyenda de la supuesta belicosidad extrema del hombre primitivo (que en el fondo no es más que creer en un progreso moral del hombre contemporáneos, de un lado, y justificar las guerras como algo natural, del otro). Termina concluyendo este texto que se registró un incremento de la violencia y la aparición de la guerra en sentido estricto justo cuando apareció el sedentarismo, la acaparación y el comercio. Es decir, que mientras los primitivos vivían con lo que la naturaleza les suministrase, sin intentar transformarla, la violencia era limitada especialmente porque la subsistencia estaba garantizada para la especie sin mayores dificultades (era la época de diosas femeninas de la concordia y la empatía); pero los cambios socio-económicos, fruto de la entronización de las comunidades sedentarias y del comercio, impusieron un crecimiento de la violencia, la instauración del guerrero como biotipo y la aparición de dioses masculinos asociados a la guerra. Muy interesante esta mirada sobre el surgimiento de nuestros parámetros belicosos.

Rescato dos artículos más: “Los dos combates de las mujeres kurdas” de Nada Maucourant que analiza las soldados kurdas que se enfrentan al Estado Islámico. Resulta que esto es un asunto más mediático que real, en tanto es un pequeño grupo del total de las fuerzas kurdas, y que se torna como paradójico porque el gobierno kurdo hace publicidad de su lucha mediante la imagen de sus guerreras, pero somete terriblemente a las mujeres al patriarcado fundamentalista.

Y, finalmente, el artículo “Cuando el arte de la novela se apodera de la historia” (pp. 38-39) de Guy Scarpetta, que analiza las relaciones entre la novela histórica y la historia profesional. De todas sus ideas resalto dos: i) La historia establece y analiza los hechos en un escrupuloso afán de veracidad, mientras que la novela histórica explora la experiencia humana en torno a hechos que han sido relevantes para la historia profesional; esto es, que mientras la historia busca el hecho, la novela busca las personas en cómo sintieron esos hechos. Por tanto, se complementan. ii) La novela histórica está siendo la forma en que la historia está enfrentando a la destrucción sistemática e institucional de la conciencia histórica. Esperemos que el arte, aliado de la disciplina científica, pueda enfrentarse con éxito a la deshumanización y la deshistorización del sujeto que se instaura con fuerza en la contemporaneidad, empezando por las escuelas.

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