Sobre cómo equilibrar tragedia con comedia a pesar de todas las advertencias

Tomado de: aquí
Vi “Jojo Rabbit” (2019, Nueva Zelanda), dirigida, escrita y protagonizada por Taika Waititi [1975-], quien a su vez se basó en la novela “Caging Skies” (2008) de Christine Leunens [1964-]. Taika no ha tenido una gran carrera en el cine, ni antes ni después de esta cinta, pero logró, como lo dejaré claro más adelante, sentar un hito en la industria cinematográfica con esta película. La música es de Michael Giacchino (aplausos) y la fotografía de Mihai Malaimare Jr. (aplausos). El reparto es de lujo: Roman Griffin Davis (aplausos), Scarlett Johansson (aplausos), Thomasin McKenzie (nada mal), Taika Waititi (aplausos) y Sam Rockwell (aplausos con ovación), entre los más importantes.

Se trata de un filme que mezcla la comedia ligera con el drama psicológico e histórico, en la que Jojo “Rabbit” Betzler (Roman Griffin Davis), un niño alemán de las juventudes hitlerianas, que tiene como mejor amigo imaginario al propio Hitler, debe afrontar su nacionalismo con su humanismo, cuando descubre que su madre (Scarlett Johansson) esconde a una adolescente judía (Thomasin McKenzie).

Ahora bien, iniciando, como suelo hacerlo, con lo estético, la obra está muy bien lograda. Podríamos decir que es más que correcta. La música y la fotografía vehiculizan las emociones del público. Las actuaciones son espléndidas dentro del límite del género (comedia y drama) y, finalmente, el guion, por su rareza y excentricidad, logra descollar frente a otras cintas de su momento. Por lo anterior, no nos sorprende que haya sido nominada en muchos festivales y premios (por ejemplo, ganó en los Premios Oscar la estatuilla por “Mejor guion adaptado”). Sin embargo, hay algo que ha generado una fuerte polémica en relación con el género. Resulta que el director le apostó a un producto que fuese la síntesis de dos géneros que rara vez se la llevan bien: la comedia ligera y el drama histórico. De un lado, la cinta está cargada de humor ligero (que por las circunstancias que narra parecería que se desliza al humor negro), que tiene sus propias reglas; del otro, al drama histórico, que convoca a la reflexión sobre la xenofobia y la dictadura, que tiene, a su vez, otras normas. ¿Cómo conciliar la risa con la criticidad? ¿Cómo ofrecer un producto ligero a la vez que profundo? Equilibrar ambas cosas es extremadamente difícil, sumado a que la narración apuesta a algo que, de entrada, prende las alarmas de un rotundo fracaso (¿una historia donde un niño tiene como mejor amigo imaginario al propio Hitler? ¿No se sentirán ofendidas las víctimas del nazismo con una cinta de humor sobre dicho período?). Muchos críticos han considerado que en la mezcla de géneros está el gran error de la película. En cambio, pienso que Waititi, a pesar de los pronósticos, logró lo impensable, algo que solo pocos pueden hacer, como Wes Anderson [1969-], ayudado, en este caso, a que ya ha pasado un buen tiempo de la barbarie nazi lo que permite nuevas miradas sobre ese período. Entonces, estamos ante un filme sólido tanto para el entretenimiento ligero como para la reflexión crítica de lo que aconteció en la Alemania nazi. Es muy raro, es demasiado excepcional, pero lo hizo. Tal vez, y en esto cedo a los críticos que han minimizado la obra, el final es algo cursi y no está a la altura del resto de la narración, pero Waititi necesitaba que el público quedase bien, con una buena sensación al momento de salir del teatro.

Pasemos a temas de contenido. La cinta hace reír y no en pocas oportunidades, pero lo que más me llamó la atención es que pone el arte y la comedia al servicio de la reflexión crítica. En este sentido, rompe el marco de comprensión y de presentación tradicional de los horrores del nazismo, para llevarnos al mismo sitio común (la exposición de la maldad absoluta) por medio de la comedia y sí que lo hace, al hacernos visible la miseria de los “nadie”, los que no eran considerados dignos ni siquiera de duelo, todo al confrontar la mirada de un niño, a quien le han lavado el cerebro, con su propia humanidad. El niño, a pesar de ser parte del engranaje asesino, sigue siendo un niño, y esta ingenuidad de la corta edad catapulta su encuentro originario (poniendo en cuestionamiento los prejuicios) con el otro, mediado, y quien lo iba a creer, por Hitler, quien aquí es representado no como el sanguinario dictador, sino como un divertido amigo imaginario que, a pesar de su oposición a ese encuentro originario del niño con el “enemigo”, lo termina posibilitando. El espectador se ve así inundado de sentimientos, los mismos que pasan por la cabeza y el corazón del niño. El espectador, por la genialidad del director, logra sentir lo que siente Jojo, su alegría, sus miedos, su tristeza, etcétera. Y justo en ese vaivén de emociones, en especial cuando el sistema hegemónico se ensaña con su madre, es que se oye una frase que revienta todo: "deja que todo te pase, la belleza y el terror, solo sigue adelante, ningún sentimiento es definitivo”. No hay sentimiento que detenga ni deba detener el (ni mi) mundo… todo pasa, sigue adelante, vive, aprende del dolor, maximiza la alegría, vive lo mejor que puedas en la tragedia, que el dolor y el miedo pasarán cuando los veas a la cara. Tristemente el niño aprendió esta enseñanza mediante su exposición a la maldad, una tan fuerte que cualquiera pensaría que un infante no podría resistir, pero lo hizo y, adivinen qué, terminó bailando cuando su pueblo fue liberado por los Aliados. Es esta última escena la que más reflexiones puede suscitar: el niño baila con la que antes era su enemiga y ahora es su mundo, ante la ausencia de su madre. La chica judía y el niño alemán bailan, en medio de las ruinas de la guerra, como forma de confrontar la soledad y la angustia de saberse sin nada, salvo que lo tienen todo: se tienen a sí mismos y al otro, en esa amistad que se fraguó en el calor de la adversidad. Baila, baila y sigue bailando, mientras todo pasa. No dejes de bailar, pues así, la adversidad se queda.

Por todo lo anterior creo que esta película se volverá (si es que ya no lo es) un filme de culto y su director entró en las grandes ligas, emulando a un cineasta que sabe contar historias equilibrando la alegría, el entretenimiento y la ligereza, con la profundidad de la reflexión sobre el drama humano, como lo es Wes Anderson.

De las mejores obras que he visto en los últimos años. 2022-07-24.

 

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