Sobre cómo las adaptaciones nunca estarán a la altura de la obra original, por más buena que sea

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Vi “Medea” (Dinamarca, 1988) del aclamado y muy prolífico director Lars von Trier [1956-] con guion de Carl Theodor Dreyer, quien a su vez se basa en la que es considerada por muchos como la mejor tragedia de Eurípides. La música es mérito de Joachim Holbek y la fotografía de Sejr Brockmann (aplausos para ambos). El reparto está conformado por Udo Kier, Kirsten Olesen y Henning Jensen, entre otros. Esta adaptación de Dreyer fue pensada para ser un largometraje, pero terminó siendo usada por von Trier para formato televisivo. Esta película narra, con algunas licencias en comparación con la tragedia de la que parte, la venganza de Medea ante la traición acometida por Jason, su esposo, quien, a pesar de estar casado, se compromete en matrimonio con Glauce (también conocida como Glauca o Creúsa), la hija del rey Creonte. Antes que nada, este filme temprano de von Trier no logró mayor trascendencia ante sus seguidores, porque está fundado en una obra de la literatura universal (lo que opaca cualquier adaptación) y, además, porque rivaliza con muchas otras adaptaciones de la tragedia, como la insuperable de Pasolini de 1969. Sin embargo, la versión de von Trier no es para nada mala, y de su calidad da cuenta el vestuario (en especial el de Medea, al asemejarla a la tierra, y que es renovado una vez ella huye de Corinto), la iluminación (que se logra sentir a pesar de la mala calidad de las versiones que hoy día quedan) y la fotografía. Sobre esto último, recordemos que este director se caracteriza por mostrar una armonía de la imagen con el texto, mediando los simbolismos, y esta cinta no fue la excepción.
Sin embargo, tanto por su contenido como por sus formas, estamos ante una película muy exigente para el Gran Público contemporáneo, el mismo que se acostumbró a narraciones más rápidas en sus desenlaces, más entretenidas y para nada simbólicas. Estamos, pues, ante un cine que no es para cualquiera, en la medida que exige paciencia (ya no estamos tan acostumbrados, como lo dije antes, a esta forma de narrar) y presaberes que están poco a la mano (como la importancia de la tragedia en general, y el mito mismo de Medea que conduce a su terrible venganza en particular).
Entonces, para incentivar la curiosidad del espectador en la cultura griega y en su literatura, no creo que sirva mucho este filme, por su densidad narrativa y por su lenguaje simbólico. Sin embargo, para quien ya tiene en estima esa cultura podrá gozar esta adaptación que intenta, mediante las imágenes, enseñarnos lo que es natural, o por lo menos natural para los griegos, de lo humano, y si no fuera así, si las tragedias no estuvieran conectadas con lo más profundo del ser humano, ¿cómo es que mantienen su vigencia?
Antes de seguir debo contextualizar al lector-espectador: Medea está huyendo con su esposo Jason de la polis de Yolco por la muerte del tirano Pelias (que es otra historia para contar en otro momento). Reciben asilo, institución tan antigua como la escritura, por parte de Creonte rey de Corinto. Allí, Jason se compromete en matrimonio con la hija de Creonte, y Medea, furiosa, planea su venganza.
Ahora, una vez contextualizado el drama que hay detrás, agrego que la tragedia griega era más que un mero texto literario. Siendo muy generales, la tragedia era el medio literario para transmitir mensajes filosóficos, políticos e incluso jurídicos a los ciudadanos, en su proceso de formación pública, usando en la mayoría de los casos narraciones de la mitología que todos ya conocían previamente. En aquel entonces no se acudía al teatro para ver una historia novedosa, sino para presenciar la destreza en la que se narra una trama que ya se sabe de antemano y para discutir luego, en banquetes en el ágora, los mensajes de contenido filosófico y político que el autor quería transmitir a su público.
En este caso, Medea, como tragedia, no escapa de sus intenciones formativas, aunque nosotros, por la lejanía que ya tenemos con esa cultura, no podamos apreciar por completo todo lo que nos quería decir. En la actualidad se discute mucho sobre qué era aquello que Eurípides quería decir; al parecer de muchos, quería revalorizar el rol de la mujer en una sociedad tan machista como la griega (Medea, por sabia, es apreciada por algunos y temida por otros), criticar la separación entre la sabiduría (representada en la mujer) y el poder (ambicioso, representado en el hombre), replicar a los sofistas por su utilitarismo con sus conocimientos retóricos y, finalmente, reivindicar ciertos valores familiares. Claro está que, reitero, no hay unanimidad entre los expertos en torno a los sentidos genuinos de la obra… si no hay unanimidad entre los académicos analizando una obra contemporánea, cuyo contexto nos es más conocido, menos lo habría en una tragedia hecha para una cultura de la que apenas sabemos algo. Esta distancia con la cultura helénica es la que lleva al espectador al estertor ante lo que se le narra como si fuese algo natural, en especial el filicidio. Claro está que el asesinato de los hijos es visto por Medea como un mandato a cumplir, uno que está justificado por la traición de su esposo, de la hija del rey y de Creonte (quien al intervenir en la relación entre Jason y Medea violentó el principio de hospitalidad).
Finalizo esta reflexión, recordando, además, que las tragedias, como su nombre nos lo indica, solían representar la vida en su esplendor doloroso. A fin de cuentas, vivir es una tragedia ante la cual se mide el valor de un ser humano en la forma como asume ese dolor: con la cabeza en alto o con miedo al destino prefijado. Ante la tragedia, la valentía heroica; ese sería el eslogan de muchas de estas obras.
Así las cosas, disfruté la cinta en tanto me recordaba la tragedia original. Pero una obra de la literatura universal no podrá ser reemplazada por alguna de sus adaptaciones. Resalto el lenguaje visual en su armonía con lo que se está narrando. Aplaudo el coraje del director en romper los estereotipos técnicos y fotográficos del cine pensado para televisión con una obra como esta, que termina siendo un producto para un público muy limitado. 2020-06-11.



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