Sobre cómo una oda al cine se convierte en una fábula histórica

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Vi “Once Upon a Time in... Hollywood” (“Había una vez en… Hollywood”, 2019, EEUU) dirigida y escrita por el archiconocido Quentin Tarantino [1963-] y con un reparto lleno de estrellas de todos los tiempos del cine: Leonardo DiCaprio, Brad Pitt, Margot Robbie, Al Pacino, Kurt Russell, etc. La cinta narra la vida de una estrella de Hollywood, Rick Dalton (DiCaprio), quien, junto con su doble de riesgo –Cliff Booth (Pitt)–, lucha por mantenerse en una industria que se revoluciona continuamente. Paralelo a ello, se reescribe la historia de la masacre producida por la secta liderada por Charles Mason [1934-2017] donde murieron Sharon Tate (Robbie), la esposa de Roman Polanski, y otras cuatro personas. Para empezar, las películas de Tarantino, por el mero sello en su realización, pasan de inmediato al salón de la fama, no solo porque el director imprime un sello de calidad en sus obras, sino también porque hay toda una religión de seguidores que logran volver casi de culto cualquier obra de este aclamado director. Y no es para menos si tenemos en cuenta que estamos ante un filme de gran envergadura, que transmite una oda, un homenaje si se quiere, a la transformación del cine y a los últimos años de lo que se ha conocido como la “era dorada” de Hollywood, en la que se forjaron los gustos cinéfilos del adolescente Tarantino. Otro gran mérito está en que solo un director experto en escribir diálogos relajados, a la vez que entretenidos, puede lograr balancear el carisma de dos monstruos del cine, como lo son Pitt y DiCaprio. A esto se le suma las decenas de cameos donde aparecen varias estrellas de la industria, lo que hace pensar, exagerando un poco, que quien no apareció en la cinta, aunque fuese un par de segundos, es porque no está “fresco” en Hollywood. Habría que agregar que Tarantino se dio el gusto de que todas sus escenas tuviesen cuanto capricho quisiera, de manera tal que la ambientación pasa de magnífico a excesivo en cuanto el apego a los detalles. Solo una producción de casi 100 millones de dólares se permitiría tal despliegue en cada escena. Finalmente, aludiendo a los méritos de la película, señalo que estamos ante una espléndida “fábrica de sueños” que se verifica, especialmente, por la reconstrucción de los hechos de la masacre en la que muere Tate y otras personas. Al finalizar, parace que el amor cinéfilo termina en una fábula donde solo los malos, como acaece a menudo en los Western, salen perdiendo. Esta reconstrucción de la historia, aprovechando que la ficción permite imaginar pasados diferentes a los que conocemos, también la encontramos en otras obras del mismo director, en especial “Inglourious Basterds” (2009) con la muerte de Hitler en una sala de cine (!) en París. ¿Para qué la ficción si ella no puede enfrentarse y cambiar la realidad? Estamos pues ante un filme que logra, sinceramente, entretener a un espectador que se siente atraído por la oda al cine y la fábula de un Hollywood que sobrevive a los chicos malos. Tal vez un espectador más crítico eche de menos la falta de referencias políticas propio de una época, como la de 1969, donde hasta lo privado se volvía público. Empero, vale la pena verla. 2020-01-24.


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