Sobre la reconstrucción de la tragedia: el amor en tiempos de desencuentro

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Vi (de nuevo) “Gegen Die Wand” (“Contra la pared”, Alemania, 2004), dirigida y escrita por Fatih Akin [1973-], alemán de padres turcos, un maestro del cine que, a pesar de considerarse a sí mismo como hiperactivo, no nos ha dado tantos filmes como desearíamos. Empiezo señalando que él, por esta obra, que ya es una película de culto, recibió el “Oso de oro” como mejor director en el Festival Internacional de Cine de Berlín en el año 2004 (donde la cinta recibió además el galardón como “mejor film”). El reparto es tremendo: Birol Ünel (aplausos), Sibel Kekilli (aplausos), Catrin Striebeck y Guven Kiraç, entre otros. La obra cinematográfica narra cómo Cahit (Ünel), un alcohólico y drogadicto, se casa por conveniencia con Sibel (Kekilli), una mujer que simula su suicidio para escapar de su familia conservadora turca. A pesar de ser un matrimonio pactado sin afecto, en él germina lentamente el amor, uno redentor; pero justo antes de eternizarse aparece la tragedia. Ahora bien, hay que decir que la historia de cómo surgió esta película es tan interesante como la propia trama. Puedo mencionar que la idea original de Akin era hacer una comedia, pero fue el encuentro del director con Ünel (con motivo de una película anterior de Akin: “Kurz und schmerzlos”, 1998) lo que decidió el nuevo giro dramático, de un lado, y el contexto conflictivo con las tradiciones turcas, del otro, que finalmente marcó la cinta. Al respecto, hay que decir que Birol Ünel [1961-], actor tan reconocido como polémico en Alemania, tiene también raíces turcas. En muy buena medida, el diseño del personaje de Cahit fue reflejo de la personalidad excéntrica, a la vez que potente, del propio Ünel. Es por ello que algunos críticos han dicho que Ünel, de cierta forma, se interpretó a sí mismo. Sin embargo, esto supuso un problema para el director: conseguir una actriz que no se quedase atrás de Ünel. Al finalizar, la elección no pudo ser mejor: Sibel Kekilli, quien no era actriz profesional en aquel entonces, pero dejó muy en claro su talento. Agrego, igualmente, que el filme fue rodado en perfecto orden cronológico para permitirle a los personajes desarrollar sus roles, pero más que eso, que ellos pudiesen crecer como actores junto con el drama. Esta transformación del actor y del personaje se nota de mejor manera con Sibel. Todo lo anterior, entonces, lleva a dar por demostrado uno de los mayores méritos, el más elogiado incluso, de la obra: las actuaciones protagónicas. No obstante, la película va más allá en la medida que refleja el drama humano, contemporáneo, del amor como encuentro y desencuentro, como anhelo y realidad, pero justo cuando se siente que se tiene en las manos, se desvanece. Creo que una novela como “La soledad de los números primos” de Paolo Giordano (2008) refleja muy bien este mismo aspecto de la tragedia del amor en la actualidad. Volviendo a la cinta, podríamos decir, siguiendo una reflexión del propio director, que aquí se expone -con grandísima destreza agregaría- dos “yo”, solitarios y autodestructivos, pero que por un matrimonio por conveniencia terminan convirtiéndose en un “nosotros” que evoluciona lentamente para dar lugar a los sentimientos más nobles del ser humano; sin embargo, justo cuando parece que se tiene al alcance la “salvación en vida”, algo pasa, la tragedia se anuncia, el “nosotros” construido se derrumba en segundos. El final, por ser tragedia, no podía ser otro que la búsqueda de nuevos destinos, en soledad. Por lo anterior, considero que este filme reconstruye los parámetros de la tragedia griega. El nuevo Edipo ya no es un gobernante que se descubre a sí mismo como un asesino, sino un amante que se da cuenta de la imposibilidad del encuentro con el otro. Quedan muchos temas en el tintero, como la armonía del cuarto donde vivían y la música –especialmente, punk y folclor turco- con las pasiones que circulaban en las escenas. Igualmente, el lunar: el manejo del idioma en varias escenas (la idea de que el protagonista no hable turco fluido porque se supuestamente se le olvidó es algo difícil de creer, y que dos turcos hablen entre ellos en inglés tampoco). Para concluir, una anécdota personal: esta obra la vi cuando cursaba mis estudios doctorales en el 2004, justo cuando la película se exhibía con timidez en las salas de cine independientes. El éxito no fue inmediato, pero sí rotundo, y no podré olvidarme de la fuerte y grata impresión que me dejó, la que ahora nuevamente recupero al volverla a ver. A veces hay cintas que se quedan en la memoria, como gratos recuerdos, que es mejor dejar allí, pues si se vuelven a ver la sensación ya no será tan placentera. Esta no, esta es uno de esos filmes que hay que ver un par de veces más, una de las pocas, creo yo, que garantiza tantas veces como se vea ese asombro originario, tan necesario tanto para el arte como para la filosofía. 2019-02-19.


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