Sobre cómo la amistad y el arte exorcizan los demonios de la guerra

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Vi “Au revoir là-haut” (“Nos vemos allá arriba”, Francia, 2017) dirigida por Albert Dupontel [1964-], quien se ha caracterizado por dirigir y protagonizar sus propios filmes, casi todos con importante sabor a comedia, y escrita por el propio director junto con Pierre Lemaitre [1951-], basándose en una novela homónima de este último. La fotografía es mérito de Vincent Mathias [1967-] (aplausos). El reparto está integrado, como ya lo dije, por Albert Dupontel (aplausos), Nahuel Pérez Biscayart y Niels Arestrup, entre otros. En cuanto al género, estamos ante una cinta justo en la frontera entre el drama bélico y la comedia. La película narra la amistad entre dos sobrevivientes de la Gran Guerra (1914-1918), Albert Maillard (Dupontel) y Édouard Péricourt (Pérez), amistad que nació en las trincheras y que se sostiene a pesar de sus diferencias socioeconómicas y las heridas que desfiguraron el rostro de Édouard, heridas que hacen imposible la comunicación entre ellos dos, salvo por medio de una niña que le interpreta a Albert, cual Hermes, el significado de los gruñidos de Édouard. Estos dos veteranos montan en 1919 una estafa ofreciendo a los ayuntamientos hermosos monumentos en honor de los caídos en la guerra, mientras tanto, cada uno exorciza sus propios demonios. Antes que nada, empezamos resaltando que la obra arrasó con los Premios César del 2017. Entre sus méritos está una muy buena dirección, una gran fotografía y un guion tan original como exótico. Podríamos sintetizar los elementos estéticos diciendo que el filme goza de un gran esplendor visual que deleita, de entrada, al espectador. Esto va aparejado a las buenas recreaciones de la época y, en especial, de la guerra: las escenas bélicas (lucha de trincheras) están bien logradas. En relación con el guion y la manera de narrar la historia, hay que decir que los recursos utilizados (como el recuento que hace el protagonista ante un gendarme francés en África) son interesantes; sin embargo, sentí en algunas oportunidades que la historia está sobrecargada de giros narrativos y de hechos inauditos (verbigracia que el hijo de un alto político francés sea reclutado como soldado raso y enviado a primera línea del combate), giros y hechos que si bien contribuyen al aire cómico y excéntrico que se buscaba, terminaron por afectar la elegancia que brinda la imagen. Ya desde un aspecto más de contenido, quisiera resaltar algunos temas. En primer lugar, es importante rastrear el sentido de las máscaras de Édouard, que no solo nos informan del contexto de la escena sino también de sus demonios más íntimos. En segundo lugar, si bien no es el propósito del director, podría considerarse la cinta como antibelicista, por la manera en que se resalta cómo seres inescrupulosos son los que terminan ganando del esfuerzo y la tragedia de los combatientes. En este sentido, la estafa en los monumentos fue la manera de los sobrevivientes de reclamar su porción ante lo que perdieron en una guerra que consideraron fútil. Igualmente, atendiendo las heridas que recibió uno de los sobrevivientes, rememoré la película antibélica “Johnny got his gun” (1971, Dir. Dalton Trumbo), con la diferencia que, en esta obra de 2017, el herido desfigurado reclama su muerte simbólica para evadir su familia, mientras que en el filme de 1971 aparece con fuerza el tema tabú de la eutanasia. En tercer lugar, si bien hay claros elementos de comedia, género tradicional de Dupontel, la tragedia y la melancolía siempre están a la vuelta de la esquina, especialmente en dos casos: rehacer la vida luego de la guerra y el drama familiar propio del parricidio simbólico (la tensión permanente padre-hijo en la fijación de las reglas de vida). En cuarto lugar, el contexto de corrupción política y la forma inescrupulosa con la que ciertos hombres de negocio se hacen ricos con la guerra y la posguerra, también entra muy bien en el juego de los análisis. A fin de cuentas, los conflictos bélicos son, antes que manifestaciones nacionalistas, excelentes oportunidades de negocio, y no solo con la venta de armas, sino también con la venta del imaginario de los “héroes caídos por la patria”. En conclusión, a pesar de los abusos de excentricidad en ciertos momentos, de los tonos inverosímiles en algunos giros narrativos, sigue siendo una buena cinta, en especial para disfrutar su carga visual, de un lado, y la tragicomedia de una buena historia, del otro. 2019-01-23.


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