Una montaña rusa: por sus altos y sus bajos

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Vi “Una especie de familia” (Argentina, 2017), dirigida por Diego Lerman [1976-], quien si bien ya ha rodado varias cintas con algún reconocimiento por parte de la crítica (en especial “Refugiado”, 2014), creo que aún está por dar lo mejor de sí. El guion es mérito del propio director junto con María Meira. Un dato importante es la fotografía, a cargo del polaco Wojciech Staron (con quien Lerman trabajó en “Refugiado”) y la actuación protagónica de la argentino-española Bárbara Lennie (aplausos), acompañada de Daniel Aráoz, Claudio Tolcachir y Yanina Ávila (aplausos), entre otros actores y actrices. La película narra las peripecias que pasa Malena (Lennie) quien desea ser madre a toda costa, adoptando por fuera de las reglas ordinarias, un bebé recién nacido de Marcela (Ávila), una mujer en condiciones socioecónomicas muy difíciles. En primer lugar, hay que resaltar las actuaciones femeninas, en especial la de Lennie (la cual recuerdo por su papel en el 2011 con “La piel que habito” de Pedro Almodóvar) y Yanina Ávila, quienes han ganado algunos premios por sus papeles en esta obra. En segundo lugar, el filme, sintetizando, es como una montaña rusa, con altos y bajos. Entre los altos encontramos una excelente idea que une toda la cinta (el drama de una mujer que quiere ser madre a como dé lugar y que, por tanto, es capaz de intentar una adopción ilegal), las buenas actuaciones, el adecuado manejo del misterio y la formidable fotografía. Entre los aspectos bajos está que el desenlace dramático se pasa de lo creíble para llegar al melodrama exagerado por los gritos y el llanto. Dicho con otras palabras, en varios momentos de la película, el espectador considera que está ante la mujer con más mala suerte posible, asunto que si bien puede suceder en la vida real, le resta verosimilitud a los desenlaces dramáticos que una obra como esta requiere. Dicho con otras palabras, la cinta exagera con las confrontaciones emocionales de las dos protagonistas: va más allá de lo necesario para atrapar al espectador. En tercer lugar, uno de los méritos ya señalados está en el misterio que logra despertar, e incluso el que no se resuelve del todo al finalizar el filme. Esto se logra, por ejemplo, dando información a cuentagotas, pero aun así queda el espectador con algunas dudas que el director le deja inteligentemente abiertas: ¿hay una mafia detrás de todo? ¿Y si la hay, cómo opera y quiénes la integran? En cuarto lugar, el filme pone el dedo en la llaga en un tema socio-jurídico muy relevante y poco tratado: la adopción ilegal, que transita entre la mala y la buena fe. Sin embargo, desde la óptica estrictamente jurídica, esta película amplía excesivamente los límites posibles de la norma creyendo que así aumenta el (melo)drama y el suspenso. Esto es, que un jurista no le daría mayor crédito a algunos aspectos que allí se mencionan como detonantes del drama de las mujeres (la que quiere adoptar y la madre biológica del niño). En quinto lugar, si bien no es su objeto principal, la cinta tiene un dejo de crítica social bastante interesante, que podría servirle al espectador como un aliciente para reflexiones en torno a las dificultades que la ley suele poner de buena fe (alimentando los ánimos de los malintencionados) a las mujeres que desean adoptar por encima de todo. De allí el título de la película. En último lugar, quisiera llamar la atención de la centralidad del carro de Malena en gran parte de las escenas. ¿Símbolo o casualidad? En conclusión, si bien la obra es una fuente de reflexiones jurídicas y sociales de envergadura, si bien tiene méritos importantes como el adecuado manejo del misterio, no logra trascender más allá de los 95 minutos que dura, sin aburrir al espectador, claro está. No sería mala idea reconstruir el filme, pues la idea central da lugar a algo mucho mejor de lo que terminó siendo. 2018-11-20.


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