Sobre cómo el cine le queda debiendo a la política: los negocios van primero

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Vi “Hands of Stone” (“Manos de Piedra”, EEUU, 2016) dirigida y escrita por Jonathan Jakubowicz [1978- ], de origen venezolano, siendo este su segundo largometraje, resaltando que su obra prima, “Secuestro Express” (2005), fue una de las cintas venezolanas más exitosas en la historia de su país. En esta película actúan: Edgar Ramírez (aplausos), Robert De Niro, Usher Raymond, Ana de Armas y Rubén Blades, entre otros. Estamos ante un biopic del famoso boxeador panameño Roberto "Manos de Piedra" Durán, quien dejó un sello imborrable en dicho deporte. Ahora bien, la cinta prometía mucho y, como lo he mencionado en otras reseñas, generar expectativa puede ser bueno para el negocio, pero no siempre tan bueno para el arte. Este filme es un ejemplo de lo anterior. Esperaba tanto de ella, que me defraudó ver que es una cinta competente, técnica y típica. Si no hubiera esperado tanto de ella, hablaría mejor. Como dije, estamos ante una cinta de boxeo. Dentro de la amplia gama de deportes, el matrimonio cine-boxeo (e incluso cine-artes marciales) ha sido el más exitoso y duradero. Esto implica una larga experiencia en la forma de montar las escenas y un incremento en la media técnica por la abundante filmografía en el género. Esta cinta cumple perfectamente con dichos estándares, pues está bien hecha y las escenas son, por no encontrar otra palabra, correctas. Empero, no hay sobresaltos narrativos, de esos que trastocan positivamente al espectador, que es lo que uno espera cuando se asiste a ver una película de uno de los boxeadores más controversiales y políticos de la historia del deporte. Sí, esa faceta, la política, apenas se menciona, como debe ser en una obra que busca, antes que nada, ser un buen negocio. Por ejemplo, el anti-yanquismo de Durán lo intentan reducir a un problema no resuelto del boxeador con su padre, estadounidense, quien lo abandonó de niño. Para alguien que hubiese vivido los pormenores de la lucha panameña por su Canal se habría indignado por este aspecto. Otro asunto que quiero resaltar, y que seguro se debe a la apuesta de los inversores-productores, es el énfasis innecesario que le quisieron brindar al entrenador, interpretado por Robert De Niro, que de alguna medida termina opacando la potencialidad de la interpretación de Edgar Ramírez, quien hace del famoso boxeador. Teniendo en cuenta lo que debió haber cobrado De Niro, supongo que querían sacarle el mayor jugo posible, pero termina restando, creo yo, dramaticidad a la obra. En conclusión, no es una mala película. Está algo por encima de la media de filmes del género relativo al boxeo. Sin embargo, para tremendo personaje, el biopic se quedó corto. A favor de la cinta, podría decirse que hay personajes que son tan complejos y polémicos que una sola película, una novela, ni una serie de televisión, le daría la talla. Temo que Roberto Durán es uno de esos casos históricos. ¿Verla? Pues sí. Además de correcta, entretiene. Pero por favor, que el espectador no se quede con la imagen algo superficial que le muestran del contexto político del boxeador y la complejidad de su forma de ser, una que pendulaba entre comportarse como un diablo y un ángel, complejidad que la cinta no logra captar del todo. 2018-11-07.


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