Sobre la relación entre la fe y el perdón

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Vi “Unbroken” (“Inquebrantable”, 2014, EE.UU.) dirigida por Angelina Jolie [1975- ], siendo este su segundo largometraje y que marca su actual rumbo más hacia la dirección-producción que hacia la actuación. El guion es una tarea compartida de los hermanos Ethan y Joel Coen, Richard LaGravenese y William Nicholson, basándose de un libro de Laura Hillenbrand, quien a su vez relata la vida de Louis Zamperini, todo un ejemplo moral y humano. El reparto está integrado por Jack O'Connell, Domhnall Gleeson, Garrett Hedlund y Takamasa Ishihara, entre otros. La cinta fue catalogada como drama, biopic y bélica. Pues bien, como ya se dijo, esta obra narra la vida del joven atleta olímpico estadounidense, Louis Zamperini, quien se enlistó como voluntario en la Fuerza Aérea, durante la Segunda Guerra Mundial, naufragó con su aeronave en medio del Océano Pacífico y, finalmente, fue capturado por los japoneses. A pesar de las adversidades, Zamperini fue inquebrantable. El filme cosechó buenas críticas, nominaciones y premios. Por ejemplo, tuvo tres nominaciones para los Premios Oscar (2014) y fue puesta en el listado de las 10 mejores películas del 2014 por la American Film Institute (AFI), entre los más importantes. Desde los aspectos estéticos, si se me permite usar esta palabra en un sentido amplio, estamos ante una buena cinta. Los actores son creíbles, la fotografía es meritoria, la recreación de las batallas es buena y la narración fluye a pesar de ciertos baches. En este sentido, la película logra instalarse en el género épico, a la vez que entretiene, dado la fuerza dramática de lo vivido por Zamperini; y logra instalarse allí por seguir juiciosamente las reglas de manual del género en el cine estadounidense. Podría decirse que estamos ante una cinta que se comporta como un alumno aplicado, aunque algo falto de imaginación. Claro está que no se volverá, creo yo, una película de culto, pero tampoco se olvidará con facilidad. ¿Y cuáles son los baches de los que hablé? Varios, pero me centro en tres: la exageración de la gesta guerrera (por ejemplo, según la cinta, el bombardero de Zamperini derribó una escuadrilla de cazas Zero, cosa que nadie creería), las cotas algo grandilocuentes –llegando a la soberbia, como defecto– de la historia y, por último, la poca innovación en los recursos narrativos. Sin embargo, vuelvo a hacer énfasis en la fuerza dramática que transfiere la vida de Zamperini; por demás, para conocer algo más de él, sugiero ver el corto documental, al finalizar la cinta, sobre este personaje, un gran ejemplo de superación personal (de allí el nombre de la película), basado en la fe y, por medio de ella, en el perdón. Es que Zamperini se consagró al servicio de Dios luego de la Guerra, y siendo consciente de su misión espiritual perdonó a sus torturadores y vivió, con una vitalidad desbordante, el resto de sus días. Una clara lección para aquellos que creen que es perfectamente compatible el discurso de venganza y odio al enemigo, con la premisa de ser religioso (me refiero, por dar el caso más visible, a la derecha recalcitrante que no ve contradicción alguna entre la defensa del cristianismo y la emanación de un discurso belicista que rechaza la negociación y el perdón). En este sentido, la cinta me entretuvo y sirvió como abrebocas al corto documental biográfico de un ser tan inspirador. Y quisiera reafirmar, nuevamente, su importancia en contextos de posconflicto, en la medida que logra trasladar al ser humano de la heroicidad militar, a la heroicidad moral. Buena obra, sin duda alguna. La recomiendo. 2018-04-02.


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