Sobre cómo se está pensando el futuro desde el cine

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Vi “Blade Runner” (EEUU, 1982), dirigida por Ridley Scott [1937-] con guion de David Webb Peoples y Hampton Fancher, basados en la novela de Philip K. Dick. La música está hecha por nada y nada menos que Vangelis [1943-] y el reparto está conformado por Harrison Ford,  Rutger Hauer y  Sean Young,  entre otros. Antes que nada, estamos ante una “película de culto” que ha vuelto a dar de qué hablar por la segunda parte recién lanzada, de la que hablaremos en otra oportunidad. La narración es interesante: Rick Deckard (Ford) es un cazador de “replicantes” rebeldes que visitan la Tierra. Los replicantes son seres genéticamente diseñados para ser como los humanos pero aquellos superaban a estos últimos en fuerza y destreza. Para poder controlarlos, dada su superioridad, fueron creados con vidas cortas. La obra, como ya dije, se ha convertido en un hito difícil de superar del cine ficción y de la distopía futurista. Lo más interesante, es que no agota la trama, pues deja dos interrogantes que han colmado la paciencia de los fanáticos, quienes reclaman respuestas (de allí la nueva versión de la cinta): ¿Deckard es un replicante? ¿Los replicantes son más humanos que los propios humanos? El filme goza de los mejores efectos visuales de su momento (tal vez hoy, dado el desarrollo de la tecnología, parecen infantiles muchas escenas), pero son dos las cosas que quiero resaltar. La primera tiene que ver con la recreación del futuro y la otra la fuerza narrativa. Frente a lo primero, el director opta por un ambiente lúgubre, nocturno, lluvioso, con una estética punk, todo esto para dejar en claro la atmósfera asfixiante del futuro (Los Ángeles, 2019) propia de una producción distópica. No hay una buena imagen del futuro que se nos avecina. En esto invito al lector a que medite cómo el cine, la literatura, la filosofía, etc., en términos generales, ha abandonado la idea de progreso y ha perdido la fe en lo humano, que sí tuvieron la Ilustración, en el siglo XVIII, y el positivismo, en el siglo XIX. ¿Por qué este marcado escepticismo? Ya esto daría lugar a muchas elucubraciones. En cuanto al segundo aspecto, la narración logra una gran fuerza dramática, disparada por la confluencia de un romance y por la humanización de los replicantes (por comportamientos tan humanos como la violencia fruto del temor, en este caso a la muerte): cobra un gran sentido las palabras finales del líder de los replicantes poco antes de morir: "He visto cosas que ustedes no creerían. Atacar naves en llamas más allá del cinturón de Orión. He visto Rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir". Este buen dramatismo (que se percibe más en la versión reeditada de este mismo año) le implica al espectador que no pueda dejar de pensar en la películas durante varios días. Finalmente, la confluencia de drama y efectos visuales, hace de esta cinta una obra-hito en su género, una por demás que no logró mayores premiaciones en su momento, lo que pone en sospecha aquel criterio que considera que las probabilidades de que una cinta marque el género son directamente proporcionales al número de premios obtenidos. La recomiendo,  sin chistar. 2017-10-18.


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