Sobre cómo los semidioses son necesarios para recrearnos como humanos

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Vi “A Star Is Born” (“Ha nacido una estrella”, 2018), dirigida por Bradley Cooper [1975-], siendo este su primer largometraje, con guion del propio director junto con Will Fetters y Eric Roth, basados en una historia que ya lleva tres versiones, hasta donde conozco, en el cine (1937, Dir. William A. Wellman; 1954, Dir. George Cukor; y 1976, Dir. Frank Pierson). Eso sí, el argumento original es mérito de William A. Wellman y Robert Carson. Esta cinta está protagonizada por el propio Bradley Cooper (aplausos), Lady Gaga (aplausos), Sam Elliott y Rafi Gavron, entre otros. Ahora bien, estamos ante un drama romántico mezclado con el género musical. El filme narra cómo un cantante superestrella, Jackson Maine (Cooper), se enamora de Ally (Lady Gaga), una cantante que lucha por ser reconocida en el medio artístico, a la vez que le ayuda a salir adelante en la industria de la música. Pero el amor sucumbe ante el manejo de la fama y los vicios que suelen atornillarse en las personas del espectáculo. Antes que nada, quisiera resaltar cuatro aspectos estéticos o, si se quiere, formales: el primero es el buen manejo de cámaras (mérito de Cooper y de su director de fotografía Matthew Libatique), el sonido, las actuaciones protagónicas y la música (con buenas canciones de Lady Gaga, Bradley Cooper y Luke Nelson) que logra volverse un protagonista más, como es de esperar en un musical. Y sí, como puede leerse, Cooper está en todo en esta película. No dejen de prestar atención en estos asuntos, pues realmente son meritorios. Pasando a temas más de reflexión, recordemos que estamos ante una obra con un argumento ya expuesto anteriormente, un argumento predecible, pero que, a pesar de todo ello, es garantía de éxito comercial en la medida que estamos ante una historia que tiene que ser muy mal contada como para que no genere emociones en el auditorio. Por eso no les extrañe que en un par de décadas se reescriba (remake) en el formato dominante de ese momento. En este sentido, podría decirse que estamos ante un contenido de lujo (emociones bien transmitidas) en un envase comercial transnacional. Es decir, en este largometraje se dan cita todos los elementos requeridos para un éxito comercial en una cinta dramática: un romance de fondo que mueve el interés de las personas (en especial porque son artistas famosos), rodeados de gran éxito y, justo por ello, siempre en peligro pues está al acecho el fracaso más estruendoso (me refiero a ese difícil equilibrio entre éxito y fracaso de los que la sociedad pone en la cúspide social, difícil equilibrio que atrae las miradas voyeristas de todos, aspecto que da lugar a trabajos de la sociología de la fama). A esta receta exitosa se le suma que estamos ante figuras emblemáticas por su belleza y su talento (en este caso, Lady Gaga demuestra una capacidad sin igual, no solo como cantante sino también como actriz). Agrego que la fórmula del éxito se logra prolongar con la decisión de Ally de no abandonar a Maine… que habría sido lo de esperar si dicha historia se hubiera dado en la realidad. Esta decisión narrativa de alargar el drama logró sacar suspiros y anhelos entre los espectadores, al hacerles creer que nadie, ni siquiera las personas más famosas, están exentas de las pasiones de los demás mortales. Invito pues a reflexionar sobre este punto: estamos ante una radiografía de nuestros miedos y aspiraciones que solemos reflejar en los nuevos semidioses (deportivos, artísticos, etc.). Esa necesidad de contar con ídolos (dioses de carne y hueso) no es banal ni mucho menos reciente: está en la naturaleza humana. Pero de nada serviría reflejarlos solo como dioses, ajenos a nuestras pasiones, como tampoco lo sería verlos solo como humanos, sin ese algo sobrenatural que le atribuimos a sus acciones. Por todo lo anterior, la fórmula dramática aquí usada, algo cursi y predecible, funciona a la perfección, para bien del negocio, por un asunto humano, demasiado humano. En conclusión, un filme que crea mucho aspaviento, en tanto que conmueve e inspira, pero cómo no hacerlo atendiendo a la receta que le da origen. Por eso no creo que estamos ante un hito del séptimo arte, pero sí ante un peldaño importante de la industria del cine. ¿Vale la pena verla? Sí, entre otras cosas porque no solo entretiene, pero tampoco pedirle peras al olmo. 2019-04-22.


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