Lectura de entretenimiento (garantizado): El bazar de los malos sueños (2017)

Resultado de imagen para el bazar de los malos sueñosKing, Stephen, El bazar de los malos sueños, Trad. Carlos Milla, Bogotá, Penguin Random House, 2017, 602p.


Leí “El bazar de los malos sueños”, un compendio de cuentos de ficción, suspenso y terror del reconocido escritor estadounidense Sthepen King [1947-], quien se forjó de la nada y es una muestra fehaciente de que cuando el talento (nato) y el esfuerzo (voluntario) se unen, pueden con muchas cosas (no con todas, pero sí con muchas) Esta colección de cuentos logra el efecto deseado por el autor: entretener. Él mismo lo deja en claro. La principal función de la literatura, por lo menos de su forma de hacer literatura, es entretener al lector. Luego de eso, cualquier cosa es ganancia. Y sí que hay ganancia, a mi modo de ver, en la manera como él escribe, aunque la verdad esta es la primera vez que me enfrento a sus cuentos (que son un género por entero diferente a las novelas, con ritmos y claves propios). Como lo dice el propio autor:

Los cuentos “pueden ser estimulantes, a veces incluso sorprendentes, como bailar un vals con un extraño al que nunca volverás a ver, o intercambiar un beso en la oscuridad, o ver una hermosa rareza puesta a la venta sobre una manta barata en un bazar callejero” (p. 14). Sensaciones que son bien distintas tratándose de la lectura de una novela.

Ahora bien, cada cuento inicia con una corta explicación sobre el origen de su idea narrativa, lo que le permite al lector llegar a plantearse la forma en la que escribe King aunque él mismo diga que es imposible conocer el proceso de creación de una obra literaria: “He escrito narrativa toda mi vida y ni siquiera ahora comprendo apenas la mecánica del proceso. Aunque, claro está, tampoco entiendo cómo me funciona el hígado, pero mientras siga haciendo su trabajo me doy por contento” (p. 91). Generalizando, para King todo empieza sin esperarlo. La semilla aparece en cualquier momento, la cual él deja germinar en su mente. Una vez tiene una idea más o menos formada empieza su escritura, pero sin saber a ciencia cierta cómo va a terminar la obra. Mientras narra, añade muchos detalles (personajes secundarios, amplias descripciones de los escenarios, muchas líneas de fuga, etc.) pero que a pesar de ello no afecta la continuidad y la atención sobre la línea principal. Además de lo anterior, abunda el humor negro, el sarcasmo que le permite al lector, ya motivado por la forma de manejar la intriga, una buena excusa para sonreír.

Súmese a lo anterior que las obras de King, si se me permite ser muy amplio, conllevan reflexiones políticas. King no es de los autores propiamente neutrales, si es que tal cosa existe. En varios de sus cuentos hay posturas críticas contra la religión institucionalizada (como “La moral” o “Herman Wouk todavía vive”, por dar solo dos casos). Muchos de sus personajes más enigmáticos, incluso siniestros, suelen ser sacerdotes y pastores. Agrego que también se nota entrelíneas su preferencia política “progresista” (tal como esto se entiende en el juego partidista estadounidense). Sin embargo, no hay un ánimo de adoctrinamiento. Estamos ante un claro ejemplo de que por más entretenimiento que se quiera brindar, las ideologías siempre estarán presentes, aunque intenten esconderse.

En conclusión, estamos ante una obra especialmente pensada para quemar buenamente las horas improductivas. Una forma interesante de incentivar el ocio creativo, mientras se destierra la abulia. Atrapa, como se espera de este tipo de letras. No es una obra que pueda considerarse hito del arte, pero no todo tiene que ser estéticamente sublime. El espacio para el entretenimiento también es importante. De allí que vale la pena tener a la mano un libro que nos meta, a la fuerza, en otros mundos, a ver si así descansamos del que tenemos que vivir a diario. 2019-02-04.


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