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Vi “Carpinteros” (República Dominicana, 2017) dirigida y escrita por José María Cabral [1988- ], un joven director (con cuatro largometrajes en su haber) proveniente de una de las familias más pudientes y tradicionales de República Dominicana y que ahora nos sorprende con esta buena cinta. El reparto está integrado por Ramón Emilio Candelario, Jean Jean (aplausos), Mario Nunez y Judith Rodríguez Pérez, entre otros. Se trata de un drama romántico al interior de dos cárceles de dicho país. Los reclusos Julián (Jean Jean) y Yanelly (Judith Rodríguez) se enamoran entre sí, pero ese amor está en constante riesgo pues el exnovio de Yanelly, el interno Manaury (Ramón Candelario), está al acecho. Además, esa relación nace y se moviliza por medio del “carpinteo” o lenguaje de señas propio de esas cárceles. Pasemos a los elementos estéticos: la obra está filmada siempre en espacios interiores, los de la prisión. El manejo de cámaras no es igual ante un reto así, dado que debe transmitir la situación de encierro propio del contexto de los personajes. En este sentido, la película es muy correcta. Empero, no todo es perfecto. Faltó, a mi modo de ver, una mayor elaboración de los personajes centrales, esto es, de Julián y Yanelly, para que así pudiera fluir de mejor manera la credibilidad del espectador frente al amor que surge a partir del lenguaje de señas entre ellos dos. Tal como quedó el filme, es difícil creer en tal romance y por tanto reduce las posibilidades dramáticas de la historia.
Agrego dos críticas adicionales: el final no está a la altura del desenlace dramático y algunas escenas con los extras fallaron; por ejemplo, la pelea con cuchillos entre los internos de uno de los patios, donde se ven hasta sonrisas de los actores secundarios y unas supuestas agresiones con arma blanca que producen algo de vergüenza ajena en el espectador. Sin embargo, la exposición de la realidad carcelaria, que es el contexto del romance, es tan cruda como enérgica y creo que el gran valor de la cinta está justo en la exhibición de las condiciones caóticas y violentas a las que se ven sometidos los reclusos y las reclusas en cualquier centro carcelario de Latinoamérica. Conectarse con esa realidad, en la forma en que lo propone la obra, permite una empatía con los que viven a diario ese infierno. Dicho con otras palabras, la vitalidad de la película no está tanto en el drama romántico, como sí en el infierno carcelario, un infierno que termina por tomarse el protagonismo que no logró el amor, siempre en peligro, entre Julián y Yanelly. Entonces, el balance es más positivo que negativo. En este sentido, creo que el panorama de la cárcel como disciplinamiento moderno realizado por Foucault (“Vigilar y castigar”) se queda corto ante lo que significa en el contexto latinoamericano. Las prisiones, todos unos mundos dantescos, sometidas al poder fruto de la brutalidad del más fuerte, terminan siendo la constatación del fracaso del ius puniendi del Estado. La recomiendo, especialmente, para aquellos que trabajan o están interesados en los dramas humanos en el contexto de las cárceles, pues en ese campo sí que tiene mucho que ofrecer este filme. 2019-01-21.