Sobre cómo ante el dolor y la soledad cabe agregar la esperanza del amor

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Vi “The Shape of Water” (“La forma del agua”, 2017, EEUU), dirigida por Guillermo del Toro [1964- ] y escrita por el propio director junto con Vanessa Taylor. El reparto es maravilloso: Sally Hawkins, Doug Jones y Michael Shannon, entre otros. Todos estuvieron brillantes, pero Sally se lució. La trama es compleja y sencilla a la vez. En un laboratorio secreto del gobierno estadounidense, en épocas de guerra fría, se estudia, cruelmente, a un hombre-anfibio (Doug Jones), venerado por los indígenas amazónicos. Este ser se conecta con una solitaria aseadora Elisa (Sally Hawkins) de dichas instalaciones. Ahora bien, la cinta más que de drama es una obra, que se perfila para ser de culto, en el género de la fábula fílmica. Lo anterior se refleja en los premios y las nominaciones que acumula; por ejemplo, 4 Premios Oscar de 13 nominaciones en el 2017; el León de Oro del Festival de Venecia por Mejor película, 2017; etc. La producción es impecable y como lo sabemos, cuando hay una buena producción hay, por consecuencia, una buena música, una gran fotografía, etc. El diseño visual de la cinta es, para sintetizar, magnífico. Sobra, creo yo, analizar detalles de la cuidada producción, pues son tantos… invito al espectador que no solo se deje llevar de la trama, para que aprecie, igualmente, las imágenes que se le presentan, la forma en la que se ubica la cámara según el estado de ánimo que desea transmitir, etc. Ahora, pasando a temas más de contenido, estamos ante una fábula en sentido estricto, de manera tal que aparecen elementos antropomorfos necesarios para poder evaluar nuestra propia condición humana. En este caso, la obra, desde la ficción narrativa, nos muestra dos mundos, todos perfectamente comprensibles en tanto que humanos: uno cruel, del dolor, y otro de la esperanza y del amor. Sería absurdo soñar con un mundo perfecto… si existiese sería el más imperfecto de todos (recuerdo en este punto el Elogio de la Dificultad de Estanislao Zuleta). La realidad es el mundo del dolor, como diría Schopenhauer, pero para equilibrarla, es necesario adicionarle un(os) elemento(s) que permita(n) volver la vida como algo digna, a pesar del dolor. En este caso, esos elementos son, inicialmente, la superación de la doble soledad, tanto la del ser anfibio como la de la mujer de limpieza, y luego el amor, que lleva al rescate de ambos. Pero no todo termina bien. ¿Qué habría pasado con el amigo de Elisa, Giles? Finalmente, algunos críticos han dicho que los personajes están demasiado estereotipados, lo que hace que el espectador no siempre se sienta identificado con alguno de ellos, al verlos demasiado etéreos, sin contradicciones internas, como sucede en la realidad. Pero es una cuestión de gustos. Finalmente, como dato curioso, esta película es objeto de una demanda por un posible plagio, algo común entre las cintas con buenos réditos, de la obra teatral estadounidense Let Me Hear You Whisper de 1969, escrita por Paul Zindel. Realmente, son tramas con algunas cosas en común, pero nada más que eso. Ya veremos qué dicen los tribunales. La recomiendo entonces. 2018-06-01.



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