Sobre cómo la maldad no puede retratarse tan simplonamente

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Vi “Walking with the Enemy” (EEUU, 2014), dirigida por Mark Schmidt, siendo este su primer lagometraje. El reparto es, generalizando, modesto (en cuanto sus actuaciones): Jonas Armstrong, Ben Kingsley y Hannah Tointon, entre otros. Esta cinta, basada en hechos reales, narra cómo un judío, en Hungría, a finales de la II Guerra Mundial, salva la vida de varias familias evitando que fueran deportados a los campos de concentración nazis. Ahora bien, la cinta está llena de los clichés propios de los dramas bélicos, todo con el afán de cautivar consumidores: i) un héroe (en este caso, con acciones poco convincentes), ii) un romance (obviamente, la mujer se enamora del hombre por sus actos heroicos), iii) buenos contra malos (una visión maniquea) y iv) un final feliz (a pesar de todo). Hay cosas inverosímiles, como que un judío húngaro porte en varias oportunidades las prendas de un oficial alemán de las SS (incluyo se introduzca en una fiesta de dicha fuerza armada) y pase desapercibido; y eso por poner un solo ejemplo. El hecho de que se base en lo sucedido (suponiendo que efectivamente el héroe haya hecho todo lo que dice la película), no significa que el cine pueda reproducirlo. En este caso, falta verosimilitud en la narración, y cuando esto falta, generalmente también adolece la cinta de la complejidad propia de la naturaleza humana. Igualmente, la película, en su afán maniqueo, muestra a los personajes como buenos o malos, sin trazas medias. Y entre los buenos pone, nada más y nada menos, al dictador húngaro Miklós Horthy, un fascista quien controló desde Entreguerras, con mano de hierro, a Hungría. Horthy evitó, hasta donde pudo, las deportaciones masivas de judíos y buscó terminar su alianza con el nazismo cuando Alemania ya tenía perdida la guerra. Pero esto no lo hace, necesariamente, un ser simplemente bueno. La mirada romántica que se construye del líder húngaro está muy alejada de la realidad. Entonces, el balance final no es el mejor. Es una obra que intenta ridiculizar a las SS, a Eichmann y a Skorzeny (la maldad nazi no se retrata adecuadamente con miradas simplistas, sino a partir del drama que ponga en evidencia la inteligencia desplegada para la destrucción del otro), e incluso a los propios soviéticos. Se perdió así una buena oportunidad para mostrar la complejidad de la situación política húngara, de un lado, y la crisis humanitaria del holocausto, tal como se vivió en dicho país en 1944, del otro. Entretiene, mantiene al espectador con cierta atención durante casi las dos horas en una pantalla, pero el balance que se logra hacer del filme, pasadas algunas horas, no es el mejor, por los motivos antes dichos. De todas maneras, tiene algo positivo, convoca a conocer la historia de muchos personajes que allí aparecen, y eso siempre está muy bien. 2018-01-22.

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