Sobre cómo la amistad sobrevive a los malos momentos

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Vi “Non essere cattivo” (“Don’t be bad”, 2015, Italia) dirigida y coescrita por Claudio Caligari [1948-2015] y con un reparto que supo hacer muy bien su labor: Luca Marinelli, Alessandro Borghi, Silvia D'Amico y Roberta Mattei. La película está ambientada en la periferia marginal (urbana y socialmente) de Ostia, Italia (el mismo lugar de muchos filmes de Pasolini), en los años 90. Narra (la evolución de) la vida de dos amigos, que habitan la frontera entre la legalidad y la ilegalidad. Se rastrea el efecto de la búsqueda del éxito entre dos referentes: la mafia, de un lado, y la vida afectiva, del otro. Al finalizar, cada uno escoge un camino diferente pero nunca se separan. Para empezar, hay que señalar que la obra logró importantes nominaciones, como en el Festival de Venecia, Sección oficial largometrajes y los Premios David di Donatello, con 16 nominaciones y premio como mejor sonido; entre otros festivales. También fue escogida para representar a Italia en la selección de mejor película en lengua extranjera, para los Premio Oscar. Igualmente, es importante señalar que puede verse la cinta como una continuación del filme “Amore tossico” (1983) del mismo director. Por demás, él murió el 26 de mayo de 2015, a los 67 años, justo cuando terminó el montaje del filme, por lo que no alcanzó a conocer el buen efecto que tuvo su cinta. Ahora bien, como ya puede percibirlo el lector, la película me encantó, entre otros motivos por su buen ritmo y las excelentes actuaciones de Luca Marinelli (Cesare) y Alessandro Borghi (Vittorio). Agrego a esto la buena banda sonora, sumado a la gran factura del sonido y la fotografía. Pasando a otros temas, la cinta no deja en paz al espectador, pues le plantea los dilemas a los que se enfrentan varios jóvenes de las periferias; esto es, los de aquellos que tienen modelos grises a seguir y que deben construir su futuro a pesar de la adversidad. En este sentido, la exigencia moral, si es contextual, debe tener en cuenta las condiciones en las que el sujeto desarrolla su vida. Pero, ¿la exigencia moral es igual para quien nace con todo al alcance de la mano y para quien vive en ambientes desgarradores? Sí y no. Creo que siempre habrá exigencia moral, por lo que explicar el porqué de un comportamiento inmoral no significa justificarlo ni mucho menos premiarlo. Dicho con otras palabras, cintas como esta, podrían darle a entender al espectador que lo inmoral y lo ilegal puede perdonarse plenamente por tratarse de personas en desventaja socio-económica. Pero esto sería revolver dos cosas diferentes como si fuesen iguales, pues de todas maneras, el comportamiento inmoral e ilegal no se vuelve moral y legal dependiendo del contexto del sujeto; aunque la exigencia moral, eso creo, sea distinta para quien lo tuvo todo y para quien no tuvo nada, metafóricamente hablando. Incluso, la propia obra deja en claro los diferentes resultados obtenidos por los amigos, todo por sus decisiones morales. Entonces, la cinta, puede servir para un interesante debate de formación moral, tema que siempre está en boga. Agrego, que con ella se puede rastrear, además, los imaginarios de una “juventud rebelde”, género que, por demás, siempre ha motivado cientos de películas en todos los tiempos, pues representando a jóvenes-problema se garantiza una tensión de fondo en tanto que ellos amenazan lo que se considera “normal” y “sano” en toda sociedad. Tendremos pues filmes sobre la juventud alocada, para mucho rato, en todos los tiempos; en fin de cuentas, la juventud está hecha para romper moldes y reconstruir categorías. La pregunta es hasta dónde y con qué precio. La recomiendo, entonces. 2017-11-22.


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