Sobre cómo reflejar la violencia social en la delicadeza del alma de un joven

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Vi “Moonlight” (Luz de luna, 2016), dirigida y escrita por Barry Jenkins (1979- ) con una corta trayectoria en el cine (lo recuerdo por "Medicine for Melancholy", 2008) pero que, con esta obra, logra hacerse con un sitio permanente en el séptimo arte. La película narra la vida de un joven (Chiron), en Miami (lugar de nacimiento del director), quien es continuamente objeto de matoneo en su colegio, a la par que descubre su homosexualidad gracias a su mejor amigo. En un giro inesperado, este tierno chico termina siendo un gánster, pero no por ello se pierde en los estereotipos del afroamericano delincuente. La cinta es muy buena, pero quiero centrarme en el que considero su mejor mérito: el guion que nos aporta una buena historia. En este caso, se rompen los clichés que se vienen a la mente cuando pensamos, en el cine estadounidense, sobre hombres negros y delincuentes. Además, esta historia avanza a un ritmo que inicialmente parece lento, pero que con el paso de los minutos muestra todo su potencial en tanto sólo así puede emerger la sutileza de un personaje (Chiron) que se va construyendo a lo largo de la cinta. Y aquí aparece otro aspecto esencial: el personaje no está construido, se construye, con delicadeza y elegancia, en la medida que se expone su situación de vulnerabilidad (madre drogadicta, familia disfuncional, ambiente social peligroso y amenazado por sus compañeros de clase). El elemento que permite aglutinar todo este maremágnum de hechos tristes, es el reconocimiento de su homosexualidad a partir de un encuentro sexual con su mejor amigo, asunto que nunca olvidará. Y justo por buscar un reencuentro (más que con su amigo, con el pasado), años después, Chiron adulto, ya delincuente, deja de lado por una noche la violencia, para reencontrarse con la sutiliza que aquí se representa con un abrazo y una caricia profunda en el último minuto. Dicho con otras palabras, la historia y el ritmo en que se desarrolla la película, sumado a la excelente construcción que a partir de ella se hace de un personaje que se vuelve entrañable y reconocible por el espectador, hacen de esta cinta una obra maestra. ¿Y qué se puede extraer de ella para la reflexión? Muchas cosas, algunas de las cuales se infirieron de lo dicho hasta el momento, pero resalto una: ni siquiera en el más abismal de los infiernos, el hombre se cierra por completo a los otros y a su entorno. Esta aperturidad, siempre presente por el mero hecho de estar en el mundo (Heidegger), es la que rescata el filme. Definitivamente, todos sus premios son merecidos (entre ellos 3 Premios Oscar: Mejor película, guion adaptado y actor de reparto). La recomiendo. 2017-06-16.


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