Informarse para opinar: reflexiones en torno a Le Monde Diplomatique, 143, versión Colombia.

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Opinar es un gran valor dentro de la democracia. Pero la diferencia entre una buena opinión y la opinionadera, está en el grado de información y objetivad buscadas por quien opina. En este sentido, quien simplemente repite lo que los medios de comunicación masivos señalan, no opina realmente, sino que se convierte en altavoz de la opinión de otros, la cual no siempre es la más informada. De allí que hay que formar al ciudadano para que opine de la mejor manera posible, entendiendo que no habrá opinión perfecta ni completamente objetiva, pero ello no significa que cualquier cosa valga la pena como opinión política.
En este sentido, ante la crisis fronteriza entre Colombia y Venezuela observamos cómo los medios de comunicación colombianos actúan dando una opinión que implica, necesariamente silenciar otros problemas del país. No se puede en los noticieros dar cuenta de la totalidad, así que se escoge entre los acontecimientos el que se considera debe ser el acontecimiento a ser informado. Esto pasa en nuestros medios colombianos frente al tema venezolano.
Lo que sí me parece objeto de reflexión es que se nos vende la idea de que Venezuela es un sistema fracaso, sin más. Como no quería caer en la trampa de juzgar sin preguntar, agradezco que cayó en mis manos el periódico Le Monde Diplomatique, versión colombiana, No. 143 (abril de 2015) que tiene varios artículos de análisis sobre la crisis económica y política de Venezuela desde diferentes ópticas. No se trata de artículos de información-desinformación, sino análisis bajo la rúbrica de un periodista investigador sobre hechos de actualidad. Pues bien, luego de estudiar esos textos, creo que se puede opinar de mejor manera sobre lo que pasa en el país vecino, tomando distancia de las políticas económicas erróneas (como lo es, a mi modo de ver, desincentivar la iniciativa privada, convertirse en economía de extracción e importadora, una corrupción cada vez más visible al ciudadano común y el poco control sobre la eficacia de las empresas estatales) y recibiendo las políticas económicas positivas (como la disminución significativa tanto de la pobreza como de la desigualdad social lo que es, para mi, algo bueno per se). En consecuencia, aquellos que juzgan con radicalidad, desde el blanco y el negro, me dan miedo. Raras veces, por no decir que casi nunca, las cosas son por entero malas o por entero buenas. Recomiendo entonces la lectura analítica del problema venezolano para entender que es una crisis que no puede resumirse en una frase, y para ello me sirvió fuertemente la lectura de los trabajos de la edición de Le Monde ya citada.
Igualmente, rescato otro buen texto que allí fue publicado, titulado "Verdad y mentira de Thomas Piketty: ¿El Marx del siglo XXI?" escrito por Frédéric Lordon, que hace una crítica muy interesante de un texto económico que ha causado mucho revuelo de Piketty: "El capital en el siglo XXI". Señala Lordon que Piketty se queda en la superficie del análisis del capital al no tener en cuenta y no juzgar social ni políticamente la propiedad privada. En consecuencia, no hay punto de comparación con "El Capital" de Marx (muy odiado o muy amado, pero pocas veces leído).
También me llamó la atención los tres o cuatro trabajos sobre los movimientos juveniles africanos que están democratizando las relaciones políticas del Continente Negro, especialmente, por medio de movimientos musicales como el Rap. Me gustó mucho ver cómo los jóvenes se organizan y cómo el Rap, especialmente aquel Rap francófono de la rebeldía y la denuncia, coadyuva a la acción política. Fue el elemento optimista del Periódico.
Y, por último, un buen trabajo de Dominique Hoppe titulado "Los costos del monolingüismo" que analiza si es más barato o no el monolingüismo, esto es, la exigencia de un idioma común (en este caso el inglés) cuando estamos en una sociedad globalizada plurilingüística. Demuestra, creo yo, que es social, política y económicamente más costoso apostarle al monolingüismo, incluso como lengua de trabajo, que al plurilingüismo. Excelente trabajo.

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